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26/02/2024

Milei necesita consenso político para gobernar: ¿Lo tiene? ¿Lo quiere?

Hay quien piensa que una vez obtenido el triunfo, el terreno le será más fértil y propicio para lograr el objetivo deseado, con la mayoría de los jugadores del tablero político a su favor.

Milei necesita consenso político para gobernar: ¿Lo tiene? ¿Lo quiere?

Cuando estando en campaña, los candidatos, ya sea en “on” o en “off”, plantean su propuesta de gobierno, especialmente sobre la política económica que van a implementar de asumir las riendas del Poder Ejecutivo, siempre me pregunto, y les pregunto de generarse el encuentro, por el consenso político que tienen y asumen obtendrán de llegar al ejercicio de la función pública como primeros mandatarios. Presto mucha atención a su respuesta, dado que algunos han establecido un consenso dentro de su partido y/o frente, y otros lo harán durante el proceso eleccionario, que en sus diferentes pasos conlleva las PASO y habitualmente dos elecciones generales para definir el resultado. Hasta hay quien piensa que una vez obtenido el triunfo, y con la expectación de un importante caudal de votos que marque diferencia con el resto de sus oponentes, el terreno le será más fértil y propicio para lograr el objetivo deseado, con la mayoría de los jugadores del tablero político a su favor. En este último supuesto se ubica el presidente Javier Milei.

Como ya he expuesto en otras editoriales de @Haceinstantes, ha nacido una polarización gestada desde el propio gobierno, en base a lealtades y traiciones, a los que desean y actúan en consecuencia para generar un cambio profundo, y los que intentan perpetuar el status quo vigente antes de la asuncIón de Javier Milei como presidente. Han pasado apenas dos meses y medio desde la llegada al poder del líder de La Libertad Avanza, que pareciesen ser dos años desde un nivel subjetivo, más cercano a la serie y frecuencia de vivencias en torno a las idas y vueltas de un DNU y un proyecto de ley ómnibus no aprobados aún por el Congreso, la pelea con gobernadores y legisladores, propios y ajenos, los insultos y las chicanas principalmente con el gobernador de la provincia de Chubut, Ignacio “Nacho” Torres, avecinándose un 1ro de marzo que marca el inicio de las sesiones ordinarias del Poder Legislativo, con la atención puesta en el discurso que brindará el primer mandatario en funciones.

Es ante el Congreso de la Nación, y en sus dependencias, donde el presidente, como titular del Poder Ejecutivo, desarrolla, a través de su discurso, en Asamblea Legislativa, un resumen de lo hasta el momento acaecido en los distintos ámbitos del quehacer nacional, algunos optando a su vez por hacer referencia a la “pesada herencia”, o al menos, brindando un panorama de la situación que recibieron al asumir el gobierno, cuestión ya expresada por Javier Milei al tomar el mando, y la explicación de los proyectos de ley que enviará al Congreso durante ese año para llevar a cabo su propuesta de gobierno. Javier Milei deberá hacerlo de frente a los legisladores, acompañado por su vicepresidenta, Victoria Villarruel, y los miembros de su gabinete, ante dos Cámaras que le han sido hostiles, sobre todo la de Diputados, en la que no pudo prosperar el tan mentado proyecto de ley ómnibus que, según el presidente y sus ministros, iba a sacar a los argentinos de la crisis económica en las cual estamos inmersos, solucionando los principales temas de política económica, como lo son la inflación y el déficit fiscal, para reducir la primera tendiente a llegar a un dígito en el breve lapso, y llegar a cero en la segunda, objetivos que, según ellos, y sin la aprobación de una ley, se estarían alcanzando.

Hay un consenso que continúa teniendo Javier Milei, que es el de la gente que lo votó y quiere el cambio que propuso, al igual que sigue enfrentado a la oposición a su programa de gobierno de la parte de la población que no lo votó, proveniente del kirchnerismo principalmente, y del peronismo aliado, o sea de los que votaron al ex Ministro de Economía, Sergio Massa. El 56% de los votos y su diferencia con Massa fueron los que le proporcionaron al presidente la legitimidad necesaria para llevar a cabo el plan expuesto en campaña, que fue el que gozó de mayor aceptación, y el que se vio como resultado final de las elecciones. Pero no le sucede lo mismo en cuanto a la aceptación de parte de los legisladores y gobernadores a quienes consideraba aliados y propensos a la generación de un cambio en las esferas de la política y la economía, y quienes, en un principio, parecían estar encolumnados tras él. Algo pasó en este período de gobierno, breve en lo cronológico, y eterno, sin desenlaces positivos en lo que a consenso político se refiere, en un nivel subjetivo. ¿Qué fue lo que pasó?

El presidente Javier Milei debe recordar que, si bien fue la gente la que lo votó y creyó en él, lo cual fue un logro enorme, medido desde que empezó, hace dos años, con apenas dos diputados de La Libertad Avanza, con el deseo de cambiar la forma de hacer política en la Argentina, con un plan económico radicalmente distinto al que se estuvo implementando en los últimos años, pero sin tener suficiente cantidad de legisladores que lo pudiesen acompañar en la votación de sus proyectos en el Congreso, y sin un solo gobernador propio, o sea, sin territorialidad alguna que lo sustente, no habiendo logrado expandir su base de apoyo político para alcanzar el consenso. Esto fue la que hubiese necesitado también el PRO cuando fue avanzando casilleros en su esquema político, y por lo que debió ir a buscar a los que se convirtieron en sus socios de Cambiemos y luego de Juntos por el Cambio, conformando un frente con diferencias que se dejaron ver en varias oportunidades durante la presidencia de Mauricio Macri y posteriormente también, consolidándose luego en la ampliación numérica de Diputados, Senadores y gobernadores.

Fue el ala más dura del PRO quien le dio la mano para cruzar el puente hacia la presidencia. Mauricio Macri y Patricia Bullrich, con sus fieles seguidores, principalmente, fueron quienes lo ayudaron a sumar los votos necesarios para avanzar en su proyecto e ideales, afines con los de los dirigentes del PRO y sus votantes. Pero no fueron todos los dirigentes del PRO, ni los socios de este partido en Juntos por el Cambio, quienes le brindaron su visto bueno. Gran parte de la Unión Cívica Radical y la Coalición Cívica en su totalidad siempre expresaron públicamente su desacuerdo, y sus votantes deben haberse inclinado hacia Milei o Massa en las elecciones generales, aunque seguramente más por el cambio propuesto por el libertario. Estas marcadas diferencias ideológicas entre los aliados de un mismo frente, y sobre todo merced al acuerdo con el PRO, expuesto anteriormente, fueron las que expusieron las debilidades de una alianza que deberá ser revisada y reconstruida con nuevas bases. Este es un tema que le compete a Juntos por el Cambio, pero no le es ajeno a Milei y a La Libertad Avanza, de ser que se logre una convergencia con parte del PRO o que, sin ella se logren acuerdos programáticos de gobierno, en especial, en el seno del Poder Legislativo.

Lo expresado anteriormente es tan importante, que, además de verse reflejado en un resultado adverso en el tratamiento parlamentario fallido del DNU y del proyecto de ley de emergencia económica, en el Congreso, y habiendo debido el gobierno, dar marcha atrás, retirando dicho proyecto de su correspondiente tratamiento parlamentario, se observa en la hostilidad manifiesta entre el Poder Ejecutivo y los gobernadores. Al enfrentarse varios de ellos a las decisiones que va tomando el gobierno nacional, y perteneciendo a Juntos por el Cambio, y aún siendo algunos del PRO, y supuestamente aliados, aparecen como si estuvieran del lado de los mandatarios provinciales peronistas, profundizándose la brecha entre ellos y Milei, en esta definición propia del gobierno en que se los divide en leales y traidores, afines al cambio o al status quo. Las diferencias políticas se suman a los agravios y descalificaciones que los distancian aún más y los diferencian en la establecida conceptualización mencionada.

Hace poco los gobernadores de Juntos por el Cambio eran considerados aliados, y otros, calificados como dialoguistas. Hoy no son ni lo uno ni lo otro. Enfrentados con el gobierno nacional, han sido colocados del lado de los kirchneristas y peronistas opositores, igualándolos al más fiel delfín de Cristina Kirchner, Axel Kicillof. El panorama se enrareció de tal modo que ahora el gobernador de Tucumán, Osvaldo Jaldo, peronista, aparece como un fiel aliado a Milei, habiendo ordenado en oportunidad de la votación del proyecto de ley ómnibus a sus tres diputados, romper con el bloque de su partido para constituir uno nuevo, Independencia, para votar a su favor, y ahora omitiendo expedirse sobre el conflicto que mantiene el presidente con el gobernador de Chubut, Ignacio “Nacho” Torres. La relación de Milei con este último merece un párrafo aparte.

La escalada del conflicto con la provincia de Chubut, a través de su primer mandatario, Ignacio “Nacho” Torres, llegó a tal punto que el presidente se refirió a él, desde Washington, como “pobrecito Nachito, es un pobre chico que no la ve, no puede leer ni un contrato, es de una precariedad intelectual muy grande”. Anteriormente lo había llamado “chavista”. Al resto de los funcionarios no les fue mejor con las calificaciones emitidas sobre ellos. El tema central, eje de esta editorial, es que los gobernadores de Juntos por el Cambio, emitieron un documento de apoyo al reclamo de coparticipación del gobernador de Chubut, que contó con el respaldo de los mandatarios provinciales de la Patagonia, señalando que “el gobierno nacional debe cumplir con la Constitución y enviar urgentemente los recursos coparticipables que le pertenecen a la provincia”. Y, sorprendentemente, pero en sintonía con su oposición al gobierno, Axel Kicillof y Martín Llaryora fueron los primeros que se solidarizaron con “el pueblo de Chubut” y su gobernador.

El presidente Javier Milei aumenta la tensión con la provincia de Chubut, y ello acrecienta a su vez la interna del PRO entre Mauricio Macri y Patricia Bullrich, con vistas a las próximas elecciones partidarias, en las que el ex presidente planea dar batalla y ganarla. Con el ex presidente, Milei habla frecuentemente y en el marco de una conversación que considera “excelente”, según lo escuchamos afirmar, y a Bullrich la tiene en su equipo como parte del gabinete en el Ministerio de Seguridad. Ignacio Torres es del PRO, al igual que Rogelio Frigerio, de Entre Ríos, y Jorge Macri, Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos. El resto de los firmantes del documento a favor de Chubut, pertenecen a la Unión Cívica Radical. Ellos son Alfredo Cornejo de Mendoza, Maximiliano Pullaro de Santa Fe, Gustavo Valdés de Corrientes, Carlos Sadir de Jujuy, y Leandro Zdero de Chaco. Se suman la firma de los aliados extra partidarios, Marcelo Orrego de San Juan y Claudio Poggi de San Luis. Este acuerdo interprovincial, en el que todos de alguna manera se sienten identificados de lo que les sucede o podría ocurrir, es otro desplante al presidente que trae como consecuencia un distanciamiento al que se debiese atender en el corto plazo.

Para demostrar que la brecha con los gobernadores es cada vez mas amplia, basta con leer el documento firmado y escuchar las expresiones de apoyo al gobernador chubutense. Esto lo aleja al presidente Javier Milei del consenso político necesario para gobernar, ya que en el Congreso, salvo los legisladores del ala dura del PRO, que le brindaron su apoyo, aunque algunos con reparos al proyecto de ley ómnibus, el comportamiento del resto de los integrantes de Juntos por el Cambio, se diferenció del PRO con reclamos y objeciones, logrando negociar modificaciones que fueron aceptadas por el gobierno, incluyendo la retirada del capítulo fiscal, esencial para la reforma económica pretendida, aunque no la única herramienta del gobierno a tal fin, como se está viendo. Ni siquiera habiendo cedido ambas partes en un intento que resultó fallido para sumar los votos necesarios para su aprobación, y con la complicidad, que terminó no siendo tal, de los gobernadores llamados “dialoguistas”, ya que la oposición rechazó de plano cualquier supuesto de avance parlamentario del proyecto, se logró avanzar para que el proyecto, al menos, obtuviese la media sanción de la Cámara de Diputados.

Sin consenso político no se puede gobernar. Porque cualquier programa de gobierno necesita de acuerdos viables para proyectarlos en la realidad cotidiana. En estos momentos el presidente Milei está lejos de tenerlo, pero estaba cerca cuando recién asumió con el respaldo de una avalancha impensada hasta el momento, de votos que le dieron la derecha a su propósito de gobierno. Los gobernadores y legisladores por su parte, también obtuvieron el respaldo de la ciudadanía para asumir el ejercicio de la función pública que les corresponde, aún con votos, en el caso de algunos, que para la presidencia se inclinaron por el libertario, con lo cual ellos a su vez utilizan este argumento en representación de los intereses de sus pueblos, los cuales a su vez defienden legítimamente.

Otro interrogante que abre este planteo es si el presidente quiere lograr el consenso político con fuerzas propias y aliadas o, estratégicamente buscaría obtener algún beneficio de rédito político propio y para su gobierno, a través del enfrentamiento con legisladores y gobernadores, que desencadene en una pretendida adhesión a su programa de gobierno, al establecer una disonancia que comprometa a los mandatarios en su relación con los votantes, a modo de una profundización de la división de leales y traidores al proyecto que él encarna. Siempre mientras pueda sostener un nivel de imagen positiva que lo una con el electorado que lo votó, cuestión que él bien sabe, se sostiene en el plazo más inmediato al proceso eleccionario y su resultado favorable.

Todos se necesitan. Acercarse con un diálogo fructífero y razonable, sin agresiones ni chicanas de por medio, es la única solución viable para lograr una segura gobernabilidad, la del presidente y la de los gobernadores en su conjunto, mientras cada uno atiende su juego, que es el de todos los argentinos.

María Belén Aramburu

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