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14/03/2023

El peronismo se revisa a sí mismo buscando reformularse, por María Belén Aramburu

Se mira en un espejo, en el reflejo que le brindan sus acciones, y no se gusta, se cuestiona. Hasta se pregunta qué partido político es, después de tantos años de existencia.

El peronismo se revisa a sí mismo buscando reformularse, por María Belén Aramburu

El peronismo se revisa a sí mismo, se mira en un espejo, en el reflejo que le brindan sus acciones, y no se gusta, se cuestiona. Hasta se pregunta qué partido político es, después de tantos años de existencia, con su nombre y vertientes derivados de personalismos en un país presidencialista en el que los primeros mandatarios imprimen su nombre a una corriente que, deducen, representa a todos por igual. Así aparecen Juan Domingo Perón, su fundador y Carlos Saúl Menem, Néstor y Cristina Kirchner para recrear el partido a través del menemismo y el kirchnerismo. Hasta Alberto Fernández cuenta con el albertismo. Héctor José Cámpora, con su gobierno de 49 días, no pudo imponer el nombre de camporismo, pero la vertiente juvenil del kirchnerismo se adueñó del mismo para dar lugar a La Cámpora.

Hoy el peronismo, revisándose a sí mismo, se ve desdibujado. Porque lo está. Reformula los principios básicos sobre los cuales se inició, el 21 de noviembre de 1946, diez meses después de que fuera elegido presidente de la Nación, primero bajo la denominación de Partido Único de la Revolución, para más tarde llamarse Partido Peronista. Se lo conoció también, después como Partido Justicialista, siendo, la justicia social, el principal estandarte en su origen. Lo que se olvida el peronismo, es de revisar, también, el movimiento en su conjunto, que integró al partido, además de las ramas obrera y femenina.

Está muy bien que un partido se revise, se mire, observe qué es lo que refleja, vaya a sus principios fundadores, evalúe si, a lo largo del tiempo transcurrido, siendo oficialismo u oposición, los ha cumplido, e incluso, las modificaciones que debiese realizar, de acuerdo con los tiempos históricos que se convierten en la coyuntura de gobierno y del ejercicio de sus funciones de los poderes Ejecutivo y Legislativo. Es un análisis que debiera abarcar a cada uno de los períodos transitados y a transitar, ya que no resulta lo mismo tomar determinadas medidas en la década del 40 del siglo pasado, que en el año 2023. Interrogarse, buscar respuestas, sacar conclusiones, revisarse y transformarse, estando en continua mutación, requiere sabiduría, tanto a nivel personal como comunitario.

Ya es sabido, y es tema por demás remanido, que el gobierno no goza de integridad ya que no hay comunión entre el presidente Alberto Fernández y su vice, Cristina Kirchner. Es como si existiesen dos gobiernos. Quien quiera comunicarse con el gobierno, tendría que hacerlo a través de dos canales de interlocutores, con el primer mandatario, sus funcionarios de gabinete y sus fieles dirigentes o al menos, los que siguen su línea, y con la vicepresidenta, sus funcionarios de gabinete afines y sus seguidores. Difícil resulta entonces tomar decisiones y adoptar medidas, en un contexto político como éste, que ahuyenta a propios y ajenos.

A este panorama hay que sumarle, obligadamente, que es un año de elecciones. Cristina critica una y otra vez al gobierno de Alberto Fernández como si ella no formara parte del mismo, como si lo mirase desde afuera, hasta parece una opositora cuando realza y rechaza el 100% de inflación, recalcándolo en varias oportunidades para que quede claro, aunque, resguardando la figura del actual Ministro de Economía, Sergio Massa, a quien lo considera un aliado del kirchnerismo. También el albertismo lo considera un aliado, dicho sea de paso. La vicepresidenta de la Nación criticó, a su vez, como una analista política, observadora de la realidad económica, el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, exigiendo “revisar las condiciones en las que se firmó”, y en este caso fiel a cuando lo rechazó desde un principio, al igual que su hijo Máximo Kirchner. Ningún guiño de Alberto Fernández hacia Cristina, durante el discurso pronunciado en ocasión de la apertura de las sesiones ordinarias en el Congreso, en contenido y forma, lograron apaciguar la dureza y distancia del vínculo, aunque más no sea, administrativo.

En realidad Cristina juega el rol de una opositora del presidente. Considera un fracaso la gestión de Alberto Fernández y lo quiere fuera del tablero de las PASO como probable candidato. No podría tolerar verlo gobernar un período más de cuatro años, y le hace saber, a través de sus leales voceros, como el Ministro de Desarrollo de la Comunidad bonaerense, Andrés “Cuervo” Larroque, que “el balance” de la gestión del presidente, no nos permite pensar en una reelección automática” y que si, Alberto Fernández “tuviera la chance de reelegir ya estaría pegando afiches” y “el plenario” realizado hubiese sido el de “Alberto reelección”, cosa que no fue. El Ministro de Seguridad, Aníbal Fernández, para resaltar aún más las contradicciones en la interna gubernamental, afirmó que, Cristina Kirchner, con sus críticas, “se está criticando a sí misma, formamos todos parte del mismo gobierno.” “Yo trabajo para un gobierno que es el que ganó en nombre del peronismo. Resulta ser que algunos porque no les gusta se paran en la vereda de enfrente y se ponen a tirar piedras”, aseguró, no sin agregar que la quiere.

En la medición de fuerzas, Cristina siempre espeta su poderío, basado en un caudal de votos que, si bien no le alcanzaba en 2019, ni le alcanza hoy, para ganar por sí misma las elecciones, le basta para esgrimir que es la más votada en el Frente de Todos, pero que, en la actualidad, existiría una proscripción que pesa sobre ella, y que impediría su candidatura. La proscripción no existe como tal, y estas aguas también se dividen, no en lo jurídico porque es inexistente, sino en el plano político, y hasta dentro del propio gobierno.

La condena a 6 años de prisión a la que se le suma la inhabilitación perpetua para el ejercicio de cargos públicos, es materia judicial, no política. Pero para el cristinismo, y poniendo en duda la idoneidad, integridad e imparcialidad de los jueces, cuestión ésta que puede resolverse, de ser así, por caminos institucionales ya existentes, la condena en primera instancia es una proscripción. Faltan otras instancias ante las apelaciones, las de la Cámara de Casación, que contará con recusaciones contra sus miembros, y la Corte Suprema de Justicia, esta última bajo la lupa de un juicio político que no llegaría a concretarse por insuficiente cantidad de votos en la Cámara de Diputados.

Para el albertismo no existe dicha proscripción. Otra vez en palabras del Ministro de Seguridad, Aníbal Fernández, como vocero del presidente y del pensamiento de los que le son leales a Alberto Fernández, afirmó que “proscripta no está, es la misma Cristina la que se llama a sí misma proscrita”, no sin de ir que la quiere. De resultar firme su condena, y ser senadora, como pareciera ser su decisión, tendría fueros. Por el momento se puede presentar como candidata al cargo que quiera. Y hasta las elecciones no habría definiciones sobre su condena por la causa Vialidad.

El “luche y vuelva”, la consigna que trajo a Perón de regreso al país, después de 17 años de exilio, el 17 de noviembre de 1972, proclamado en la sede de la UTN de Avellaneda, estuvo acompañado por “Cristina 2023”. Este era el verdadero propósito, pero trayendo a la actualidad, un contexto histórico y del peronismo, de hace 40 años. Fue el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, quien aseguró que no la iban a poder proscribir a Cristina. El “no puede haber peronismo sin Perón” fue traspolado a “no puede haber peronismo sin Cristina”, sosteniendo el argumento de su proscripción. Y, si de internas se trata, Máximo Kirchner apuntó a Alberto Fernández cuando afirmó que “están más interesados en ganarle a Cristina que en sacar el país adelante”.

El gobernador de la provincia de Córdoba, Juan Schiaretti, aseguró que “el peronismo debe dejar de estar colonizado por el kirchnerismo”, definiendo de esta manera a su partido, a su vez que trascendiéndolo, en busca de una fuerza multipartidaria, que abarque a varios sectores de idéntico y/o similar pensamiento.

Andrés “Cuervo” Larroque, secretario general de La Cámpora y cristinista hasta la médula, aseguró que “Cristina necesita una fuerza popular organizada y movilizada”. En modo de revisión, destacó que “tenemos que pensar qué vamos a hacer nosotros y estamos iniciando un camino convocando a la militancia como protagonista”. ¿Un “nosotros” que remite al peronismo o a su vertiente kirchnerista? Por la asimilación de peronismo y kirchnerismo-cristinismo, al igual que lo ha hecho Axel Kicillof, el “nosotros” refiere al peronismo-kirchnerismo-cristinismo. Y dejó abierta la posibilidad de romper el Frente de Todos vaticinando que “vamos a una pelea a fondo convocando a todos los sectores políticos”. “Tenemos la necesidad de recrear un ámbito”, agregó, dando señales de re acomodamiento.

El peronismo se está revisando a sí mismo, en algunos casos buscando sus fuentes para ceñirse a ellas, y en otras para reformularse y reconstruirse desde otro escenario que, sin alejarse de sus principios, se coloree de otra identidad. La identificación del peronismo con el kirchnerismo y éste con Cristina, excluye al resto que, ya sea formando parte del Frente de Todos, o los que están fuera de él, con raigambre justicialista. El tema es de fondo y se trataría de un proceso, más que de una oportunidad electoral y sus probables candidatos.

María Belén Aramburu

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