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24/09/2021

La importancia del jefe de gabinete, por María Belén Aramburu

Si bien cada ministro es fundamental, éste es el que coordina las actividades del resto.

La importancia del jefe de gabinete, por María Belén Aramburu

Decidí escribir sobre la importancia del jefe de gabinete porque si bien cada ministro es fundamental en el ejercicio de su función para lo cual requiere de la idoneidad que le corresponde, éste es el que coordina las actividades del resto, los reúne a cada uno en particular o a todos en su conjunto en las conocidas “reuniones de gabinete” para recabar la información necesaria que, una vez obtenida, será materia de síntesis para su posterior comunicación a la autoridad pertinente, principalmente al presidente de la Nación. Es el nexo con los encargados de comunicación. Configura pautas, agendas, resuelve conflictos que para sus superiores, en los órdenes administrativos y políticos, requieren de una atención que ellas, por sus funciones, no serían convenientes por practicidad y tiempo resolver, recibe visitas y se ocupa de la agenda política, entre otras cuestiones.

Siendo aún más rigurosa y específica y, atendiendo al organigrama de la administración pública, y la incorporación de esta figura en la Administración Pública Nacional en 1994, el Jefe de Gabinete de Ministros tiene funciones legislativas, administrativas y de coordinación. Entre las legislativas, envía cada año al Congreso el proyecto de ley de presupuesto para el sector público nacional, refrenda, por medio de su firma, decretos reglamentarios, prorroga las sesiones ordinarias del Congreso y convoca a sesiones extraordinarias, rinde cuentas periódicamente sobre el rumbo del gobierno a la vez que responde por escrito los pedidos de informes que le fueran formulados. Las tareas administrativas se vinculan con el nombramiento de los empleados de la administración pública, recaudación de rentas de la Nación, ejecución del presupuesto y cumplimiento de las delegaciones que le formule el presidente. Las de coordinación se basan en el ejercicio de la administración general del país, trabajando junto al gabinete de ministros y sus funcionarios, coordinando las tareas a su cargo y haciendo un seguimiento de las políticas públicas diseñadas. Convoca semanalmente además, entre estas tareas, a las reuniones de gabinete y, en caso de ausentarse el presidente, las preside.

Todas éstas son las funciones del Jefe de Gabinete de la Nación. Pero por encima de sus funciones y, justamente, “por” las funciones que desempeña, es de suma y extrema confianza del presidente, no podría ser de otra manera.

En términos más sencillos y coloquiales se podría decir que es “la mano derecha del presidente”. Por lo que podemos recurrir al artículo 100 de la Constitución Nacional con su reforma de 1994 para conocer sobre sus atribuciones y funciones pero lo que lo hace tan importante, es esa confianza que el titular del Poder Ejecutivo deposita en él.

Además de los roles asignados constitucionalmente, están los consuetudinarios, aquellos que con el tiempo se han ido instalando en la función pública y hasta exceden y superan lo formal. En un país presidencialista como la Argentina, en el que, de todos modos estoy advirtiendo un viraje hacia un papel más destacado del Poder Legislativo a través de su principal órgano, el Congreso, pero ése es otro tema, el presidente puede delegar en el Jefe de Gabinete “su voz”, o sea, ser el vocero del presidente. Este rol se ve fielmente representado en las situaciones más cómodas y relajadas del presidente como también y principalmente en las que no lo son. En momentos de extrema conflictividad interna y/o externa, es el Jefe de Gabinete quien “sale a dar la cara”. Se sabe que representando cabalmente al presidente, sus palabras son las del Poder Ejecutivo, las del gobierno. En lo consuetudinario refiere a todos los temas y aparece en los medios de comunicación expresando las ideas gubernamentales. Incluso es quien se las transmite formalmente a través de sí mismo u otros integrantes de su equipo a los medios.

Respecto de este rol, el propio presidente Alberto Fernández, lo sabe perfectamente. Cuando era Jefe de Gabinete, entre 2003 y 2008, o sea durante las presidencias de Néstor Kirchner, habiendo sido incluso su jefe de campaña, y Cristina Fernández de Kirchner hasta que renunció durante el enfrentamiento del gobierno con el campo. Además de las actividades propias por su función, era quien casi a diario salía a hablar a los medios sobre distintos temas sin esquivar ninguno. Y no es que los presidentes no aparezcan expresando sus opiniones o sentando las bases de su gobierno de manera explícita haciéndolas más visibles, sino que, más allá que muchos de ellos las tienen de manera casi permanente, alguien, que no sea el propio primer mandatario, debe hacerlo. Y esta función la cumple a rajatabla, siendo, muchas veces un “fusible” evitando el “desgaste” que le conllevaría a un presidente estar presente casi a diario frente a la opinión pública y los medios.

En la actualidad este lugar lo ocupa Juan Manzur quien fue Ministro de Salud de Cristina Fernández de Kirchner entre 2009 y 2015. Fue gobernador de la provincia de Tucumán durante dos períodos aunque el último no fue completado al ser convocado para ocupar el cargo de Jefe de Gabinete, primero a través de la carta escrita por la vicepresidenta y luego formalmente por el presidente. Enfrentado con su vicegobernador debió dejarlo a cargo del Ejecutivo provincial luego de limar asperezas. Enfrentado en la interna justicialista con Cristina Fernández de Kirchner, ella lo ungió públicamente a través de una carta de su autoría luego de la derrota electoral de las PASO. Y en su actual puesto, designado por Alberto Fernández, comenzó temprano con las reuniones de gabinete, mientras el vocero del gobierno parecía ser Aníbal Fernández, actual Ministro de Seguridad, quien bien conoce las funciones y roles tanto formales como los que denomino consuetudinarios y ya instalados, de un Jefe de Gabinete. Ese rol lo cumplió entre 2009 y 2011 y en 2015 durante la presidencia de Cristina Fernández de Kirchner. Supo ser un vocero que explicaba las políticas gubernamentales de ese entonces así como también combativo en la defensa de aquellas que eran criticadas o enfrentadas.

Cuando Alberto Fernández asumió no tuvo dudas en quién iba a desempeñar el rol de Jefe de Gabinete porque sabía que tenía que ser una persona de extrema confianza. Como “mano derecha” eligió a Santiago Cafiero quien integró el Grupo Callao, que se conformó como una nueva alternativa dentro del peronismo. En su oportunidad, Alberto Fernández había expresado que “los que están acá son gente preparada, en su juventud tienen una experiencia de gestión casi todos. Han llegado acá por militantes, no por técnicos.” Los integrantes del Grupo Callao que aparecían públicamente ocuparon cargos en el gobierno, como ministros algunos y, como funcionarios de distinto orden otros. Cafiero fue vocero de Alberto Fernández y su hombre de extrema confianza. Por eso el deseo del presidente fue conservarlo. Hasta que la derrota de las PASO puso al Frente de Todos en una situación más que crítica. Yéndose su “mano derecha”, aquel en quien más podía confiar, el presidente “debe” confiar en un otro que lo representaría en diversas funciones, sobre todo en las de la emisión de mensajes.

Como todo está por verse en la composición de este nuevo gabinete que dicen también sería transitorio, veremos qué rol ocupa cada uno, principalmente el Jefe de Gabinete.

Por María Belén Aramburu

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