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01/02/2023

El laberinto de la interna oficialista, por María Belén Aramburu

La lógica amigo-enemigo volcada dentro del gobierno nacional no permite, principalmente, gestionar los asuntos más fundamentales y urgentes que atañen a las necesidades de los argentinos.

El laberinto de la interna oficialista, por María Belén Aramburu
La interna en el Frente de Todos es un laberinto en el que algunos circulan por unos pasadizos, otros eligen emprender caminos alternativos, ambos grupos sin encontrarse ni registrarse, separados por muros infranqueables que resultan inconducentes para gobernar, sobre todo en momentos críticos y, aún menos, para transitar un período electoral con la mira puesta en el futuro.

No empezó tan mal la dupla Fernández-Fernández, a la que le tocó atravesar la pandemia, pero después todo se desmadró. La líder, para la mayoría del Frente de Todos, siguió y sigue siendo Cristina Kirchner. Para el kirchnerismo ni hablar. Prolongándolo en el tiempo, aún lo es. Las recientes palabras, en este sentido, del Ministro de Desarrollo Social del gobierno de Axel Kicillof, Andrés “Cuervo” Larroque, sosteniendo que a Alberto Fernández “se le dio una oportunidad muy grande”, obviamente en referencia a la presidencia de la Nación, remite a que no le está haciendo honor a su cargo.

Creo que las últimas expresiones del ala dura del kirchnerismo, representada, en esta oportunidad por La Cámpora, y puntualmente, por Andrés Larroque, merecen suma atención. No porque estén personalizadas en él, aunque es uno de los máximos referentes ideológicos de esta agrupación, si no porque representa el pensamiento de todos los que la componen, extendiéndose hasta las fronteras de lo que el kirchnerismo en su conjunto abarque, empezando por Cristina Kirchner, quien no confía en el presidente, considera que ha venido realizando una mala gestión, por la cual el gobierno y el Frente de Todos estarían pagando las consecuencias de sus errores para el presente y el futuro.

Cuando el Ministro de Desarrollo Social manifiesta que “Cristina fue muy inteligente en ceder el encabezamiento del Frente para poder integrarlo al sector más moderado que representaba Alberto” y que “Alberto gobernó como si él representara al sector mayoritario de la sociedad” atribuyéndole, de este modo, “un gran sentido de irresponsabilidad”, la posiciona, una vez más, y claramente, a Cristina, en el lugar de líder que eligió, para encabezar la fórmula, a un dirigente moderado que podía captar el voto peronista ajeno o desencantado del kirchnerismo, teniendo en cuenta la división de distintas vertientes partidarias que aparecieron para participar de las elecciones de 2019, algunas de las cuales se encolumnaron tras esta fórmula, como lo fue el caso del Ministro de Economía, Sergio Massa.

Si prestamos la debida atención a las palabras de Larroque, éste refiere además, a que el presidente no representa al sector mayoritario de la sociedad, entonces, en la lógica del funcionario, ¿cómo estaría gobernando en tal carácter?, olvidándose que si Alberto Fernández es el presidente, debiera estar gobernando para todos los argentinos, más allá de cuestiones partidarias, y, sobre todo, bajo la impronta peronista, siendo que a ese sector pertenece. No se comprende entonces esta aseveración, a menos que nos ubiquemos en la mente del ministro y quienes lo acompañan en su pensamiento: quien lo eligió para encabezar la fórmula y convertirse en presidente, es la persona que detenta el poder y la representatividad del voto de la gente en su mayoría. O sea que la que detenta el poder, ¿y debiese gobernar?, es Cristina Kirchner. De este modo, Alberto Fernández estaría vaciado de poder para ejercer su rol al frente del gobierno.

Hay un dato cierto de ese entonces, cuando se decidió la fórmula Fernández-Fernández, la que gozaba de una base de representatividad de algo más de un 30% del electorado era Cristina Kirchner, quien sabía, que arrastraba consigo al núcleo duro de votantes, pero no a la mayoría del electorado para ganar siquiera en segunda vuelta, luego de haber pasado por un gobierno de alternancia con la presidencia de Mauricio Macri, quien se presentaba para un segundo mandato, colocándose tanto el electorado como la dirigencia política, en la grieta que enfrentaba a Kirchner con Macri y viceversa. Pero, una vez electo el Frente de Todos y, por ende, el presidente Alberto Fernández, se supone que cada cual debe jugar su rol. Alberto titular del Poder Ejecutivo y Cristina, la vicepresidencia y, desde ese rol, el de titular del Senado. Los dos complementándose al frente del gobierno nacional, pero claramente, ejerciendo el rol que les compete. En un sistema de gobierno presidencialista como el nuestro, el/la primer mandatario/a tiene un enorme poder, que se va diluyendo sólo con un buen y activo funcionamiento del Poder Legislativo. De ahí a que su rol quede trabado por su propio gobierno... Eso sí es muy complicado...

¿Habrá algunos que pretendan que explote todo? Porque la dinámica de ataques verbales sostenida de manera constante tiende inevitablemente al desgaste, cualquiera lo sabe, y, de pretenderlo, ¿qué objetivo se perseguiría? ¿Quién gobernaría en la práctica? ¿Cristina Kirchner? ¿Qué lugar ocuparía entonces el presidente? ¿Qué es lo que no entendió Alberto Fernández, desde el pensamiento kirchnerista, cuando se le asignó el encabezamiento de la fórmula presidencial? ¿Qué es lo que no entendió el presidente que debía o no debía hacer cuando fue electo para ser titular del Poder Ejecutivo? Es un tema recurrente para un gobierno que todos los días se desgasta, cuando la fortaleza debiese ser uno de los principios en los cuales sostenerse ante los graves problemas cotidianos a solucionar.

Pregonan que se debiese apostar a la unidad, pero en estos términos es imposible concebirla. Los términos de “desmotivante y confusa”, utilizados por Larroque, para definir la situación que atraviesa el Frente de Todos, debe ser interpretada como poco clara, de difícil lectura y sin motivación para la construcción. Es así que, en este círculo vicioso, el Frente de Todos aparece enredado en su propia dialéctica, habiendo generado un vacío de poder en la actual gestión y una enorme desorientación para las próximas elecciones. Empujando a Alberto Fernández a desistir de su precandidatura, se barajan opciones que, por sí mismas, no atraen al caudal electoral esperado, intentando, a su vez, evitar las internas en las PASO, que no lograron ser eliminadas por el kirchnerismo. Así es que, por el momento, una mesa política del frente, será convocada para diseñar una estrategia electoral.

La lógica amigo-enemigo volcada dentro del gobierno nacional, que además de involucrar al presidente y a la vicepresidenta se extiende hacia todo el gabinete, y salpica para todos los costados al peronismo, entre otras cuestiones no permite, principalmente, gestionar los asuntos más fundamentales y urgentes que atañen a las necesidades de los argentinos, y que son muchas y apremiantes por cierto.
 
María Belén Aramburu
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