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23/09/2022

¿Es posible una reunión entre el oficialismo y la oposición? ¿Cuál sería el propósito? por María Belén Aramburu

Un encuentro entre ambos solo debería ser conducente al logro de propósitos pacíficos y estabilizadores, con ideas claras sobre los pasos a seguir en una Argentina sumergida.

¿Es posible una reunión entre el oficialismo y la oposición? ¿Cuál sería el propósito? por María Belén Aramburu

Con el juicio que se sigue a la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner por la causa Vialidad, la media sanción a la ampliación de la Corte Suprema de Justicia a 15 miembros en lugar de 25 como fue la propuesta inicial del kirchnerismo, habiendo el Frente de Todos alcanzado, junto con aliados, lo justo para lograr reunir el quórum, ante la negativa de Juntos por el Cambio principalmente, se hace difícil pensar en un encuentro para el diálogo en la Argentina de hoy. Pero no improbable ni imposible.

¿Cuál sería el propósito de una reunión entre el oficialismo y la oposición hoy, de ser posible? Y, agrego, si es que se busca ese encuentro, tema que desarrollaré en los próximos párrafos de mi editorial de @Haceinstantes. El motivo, además de que sería muy elocuente y representativo para toda la sociedad, de lograr concretarse, y dependiendo de quiénes fuesen los protagonistas de la reunión, debiese tener el sustento de una agenda común con temas a desarrollar de los cuales extraer conclusiones contundentes y viables en la coyuntura. Se esperaría también de dicho encuentro, un alejamiento de la zona de confrontación entre los principales representantes de los partidos y frentes políticos, a los cuales se los ha visto como adversarios en los últimos tiempos, alimentados por la contienda electoral del próximo año.

Un encuentro entre el oficialismo y la oposición solo debería ser conducente al logro de propósitos pacíficos y estabilizadores, con ideas claras sobre los pasos a seguir en una Argentina sumergida en el tembladeral que los altos niveles de inflación provocan, en el marco de una economía inestable, en un contexto político de confrontación permanente que, en pos de la llamada grieta, distancia cada vez más a los actores políticos que, de por sí, portan ideas e ideologías contrapuestas que son saludables en una democracia que se jacte de contar con instituciones sólidas.

De no haber un propósito de encuentro, de ser este forzado en base a las circunstancias de época, no tendría ningún sentido concretarlo. Para ello, existen otros canales sostenidos en el tiempo como lo son ambas Cámaras del Congreso, y otros organismos establecidos por nuestro sistema democrático y comprendidos en nuestra Constitución, para viabilizar consensos, sin necesidad de apelar a reuniones de diálogo por fuera de los mismos. Solo el éxito estaría garantizado por las partes, de existir una férrea convicción acerca del por qué del encuentro, su desarrollo y final concluyente.

Se reflotó la idea de un encuentro entre el gobierno y la oposición en los últimos días, luego del atentado contra Cristina Fernández de Kirchner. Para ello se apeló a la “paz social” y, el gobierno, en su conjunto, buscó una conexión con los mensajes de odio de políticos y medios de comunicación, para alentar un posible diálogo entre las partes. Los escollos que aparecieron en los últimos días para poder generar un encuentro, están relacionados con la vinculación mencionada al tipo de mensajes que emanan de la oposición según el kirchnerismo, conectados al atentado contra la vicepresidenta, la pretensión que quedó plasmada, a través de la media sanción en el Senado y que probablemente no pueda pasar con éxito por la Cámara de Diputados, del aumento en la cantidad de miembros de la Corte Suprema de Justicia, y de la intención de eliminar las PASO, que, según la oposición, buscaría beneficiar al Frente de Todos en las próximas elecciones presidenciales.

El congelamiento de una ley contra el odio, cuyo contenido fue criticado por la oposición, enfrió un poco la tensión generada luego del atentado contra la vicepresidenta y habérsele endilgado a la oposición supuestas responsabilidades. El proyecto sobre la eliminación de las PASO le fue atribuido a los gobernadores por parte del gobierno nacional, para distender el clima entre las partes, pero la aceleración del proyecto sobre la reforma numérica del máximo tribunal de justicia, los dividió aún más. Y más allá de uno u otro proyecto continúa la investigación por el atentado contra Cristina Kirchner y el de Vialidad que la tiene como protagonista y en primera persona ejerciendo su propia defensa como abogada, ante el tribunal.

El eventual encuentro entre Mauricio Macri y Cristina Kirchner para alcanzar “ciertos puntos de acuerdo”, salió de la agenda cuando, la semana pasada, fue uno de los más candentes, solo superado por los que actualmente dominan las circunstancias. El ex presidente Macri, ante esta posibilidad, había planteado que estaría dispuesto a reunirse con la vicepresidenta con una condición: con “la Constitución en la mesa”, agregando críticas a Cristina Kirchner, tales como que sus ideas “han destruido a la Argentina”.

Por su parte, Cristina Kirchner tuvo un gesto de acercamiento cuando, luego de las críticas que recibió por el encuentro que mantuvo con el economista Carlos Melconian y, después de aclarar que “nadie puede pensar que yo tengo las mismas ideas que Melconian”, afirmó que “la gracia no es juntarse con los que piensan igual, la gracia es juntarse con los que piensan distinto...”, en un guiño direccionado hacia la oposición, en el marco de un discurso que no tuvo palabras de críticas ni ataques.

El motivo de un encuentro entre la principal referente del Frente de Todos y uno de los máximos representantes de Juntos por el Cambio, debería ser lo suficientemente claro como para no exponer, en lo personal, a ninguno de los líderes contrapuestos en sus quizás probables candidaturas para el próximo año, y habría que ver de candidatearse, para qué puesto sería más allá de cualquier especulación al respecto y para, en el marco de lo público, dejar sentado, a través de una agenda concreta de temas en común, el trazado de un lineamiento a seguir en políticas públicas para este gobierno y el que lo/s suceda/n. Y sus respectivos votantes, deberían tener muy claro, para evitar pase de facturas, el resultado pretendido a obtenerse a través de una propuesta de diálogo.

Podría también darse un encuentro que no involucre directamente a los líderes de los partidos y frentes políticos, que algunos asemejan al Pacto de Olivos o al de la Moncloa, siendo estos diferentes por su situación en tiempo y espacio. Recordemos que el Pacto de Olivos fue el trampolín directo a la reforma constitucional del año 1994. El acuerdo fue firmado por los líderes de los dos principales partidos políticos que se comprometieron a votar en una Asamblea Constituyente, a favor de un “Núcleo de Coincidencias Básicas”, el ex presidente Raúl Alfonsín por la Unión Cívica Radical y Carlos Menem por el Partido Justicialista. Vale aclarar que, luego de la recuperación de la democracia en 1983, existía, entre los partidos políticos, un amplio consenso para reformar la Constitución.

En el caso del Pacto de la Moncloa, al cual tantas veces se alude y remite, las conversaciones que Adolfo Suárez había mantenido con Felipe González y Santiago Carrillo, luego de las elecciones de junio de 1977, tuvieron como objetivo llegar a un acuerdo de estabilidad. Fue el 25 de octubre de ese año en que el gobierno de España, presidido por Adolfo Suárez, los principales partidos políticos con representación parlamentaria, las asociaciones empresarias y los sindicatos, firmaron el Acuerdo sobre el programa de saneamiento y reforma de la economía y el Acuerdo de actuación jurídica y política. La preocupación por la situación económica, con una inflación galopante, el temor de una hiperinflación, la fuga de capitales que se venía registrando desde el franquismo, la aparición de los sindicatos como nuevos interlocutores de los derechos de los trabajadores ante el rol predominante que había sostenido la actividad empresaria hasta ese entonces, eran un caldo de cultivo propenso a una conflictividad social cada vez más fuerte que ponía en peligro la escasa estabilidad alcanzada, tendiendo, este pacto, a afirmar la estabilización para convertirla en algo más permanente.

Sin buscar semejanzas con acontecimientos históricos del pasado en nuestro país y en el exterior, porque muchas carecen de asidero, y otras no tienen una íntima relación con el presente en cuestión y el mejor camino a seguir para encontrar salida a los diversos problemas, tanto desde Juntos por el Cambio como desde el Frente de Todos, se asegura, de boca de los principales líderes con aspiraciones para las próximas elecciones, como para los que no las tienen directamente, se expresa un deseo y, tal vez, una esperanza, de la existencia de diálogo con bases sólidas y un propósito.

No será ni lo uno ni lo otro lo que se está buscando en estos momentos en nuestro país, pero la construcción de vías institucionales transparentes y sólidas, con o sin diálogo, ya sea de manera explícita o tácita, debería ser impermeable a los vaivenes coyunturales. Si bien esta solidez democrática en una forma de gobierno republicana, a través del funcionamiento independiente de los tres poderes del Estado, se construye con el tiempo, ya es hora de que sea lo suficientemente fuerte para el paso de distintos gobiernos a lo largo de nuestra historia por venir.

María Belén Aramburu

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