jueves 18 de abril de 2024
Cielo claro 14.1ºc | Buenos Aires
21/12/2022

La Copa del Mundo por una puerta y la política por otra, por María Belén Aramburu

La presencia de una selección que ha ganado la Copa Mundial de Fútbol, en una casa de Gobierno, es habitual. El festejo de la Selección Argentina en el balcón de la Casa Rosada expresa un simbolismo, es emblemático.

La Copa del Mundo por una puerta y la política por otra, por María Belén Aramburu

Los campeones del mundo no fueron a la Casa Rosada. Fueron meras especulaciones sumadas a los deseos de que así fuese, los que rondaron por la tarde de un martes cargado de emoción, a la vez que de algunos disturbios que no lograron empañar la Copa, y de la fallida caravana que iba a acercar aún más a los jugadores y equipo técnico de nuestra selección en el Obelisco, en la Ciudad de Buenos Aires.

Los jugadores de la selección argentina estaban “cansados”. Ese fue el argumento que se esgrimió desde dentro del plantel para transmitírselo a Casa de Gobierno y frenar, de este modo, una invitación que, por este motivo, nunca llegó a ser oficial. Entiendo que los jugadores, y especialmente el capitán, Lionel Messi, no quisieron entrar en ninguna diputa con el gobierno nacional y menos con el presidente Alberto Fernández. Pero quedó más que claro que no quisieron mezclar el triunfo de haber obtenido la Copa del Mundo con ningún signo político, no sólo del oficialismo, sino también de la oposición. El fútbol y la Copa Mundial por un lado y la política por el otro.

Por más que el presidente Fernández no estuviese en el interior de la Casa Rosada, y hubiese prometido no estar en el balcón ofrecido para el festejo, podría haberse colado cualquier funcionario ávido de una foto, incluso, por el solo hecho de poder estar junto a ellos en semejante momento, un privilegio para muy pocos. Y no digo el fútbol, en temas tan generales, porque el fútbol sí se mezcla con la política, y si no pregúntenle al titular de la AFA, pero son los jugadores los que, estoy segura, prefirieron no hacerlo. Lamentablemente el país está muy dividido y se aproximan las elecciones del año próximo en las que Alberto Fernández busca otro periodo presidencial. Para evitar cualquier especulación, el más sano remedio era la ausencia en ese ámbito que, a su vez, es emblemático. Pero si hubiese sido otro el presidente, este plantel hubiese rechazado por igual el convite.

La presencia de una selección que ha ganado la Copa Mundial de Fútbol, en una casa de Gobierno, es habitual. En nuestro país, cuando fuimos campeones en el ‘78 y en el ‘86, los jugadores salieron al balcón y saludaron a la gente que allí se había reunido para vitorearlos, felicitarlos, aplaudirlos, aclamarlos y acompañarlos por su heroísmo. En el ‘78, en plena dictadura, no se festejó en la Casa Rosada, pero se lo vio a Videla entregar la Copa y las medallas en el estadio de River. La Argentina fue el país anfitrión. En el ‘86, siendo presidente Raúl Alfonsín, y después de una reunión íntima de recibimiento con el presidente, festejaron solos en el balcón.

El festejo de la Selección Argentina en el balcón de la Casa Rosada expresa un simbolismo, es emblemático. Es lógico ser recibido por el presidente de la Nación cuando se gana el campeonato mundial de fútbol. Es lógico que quien sea el primer mandatario quiera recibirlos en la Casa de Gobierno y ofrecerles el balcón para festejar con la gente que se reúna en Plaza de Mayo. Pero también puede pasar que, independientemente de quien sea el primer mandatario, la selección prefiera tener un festejo aparte con la gente, totalmente desvinculado de una parcialidad de la esfera política, representada por el gobierno de turno. Veremos si más adelante acceden a ser recibidos por el primer mandatario para tal propósito.

Son otras generaciones las que hoy tomaron las decisiones, con otro país, afortunadamente muy distinto al de la dictadura, y, luego de la consecución de la tan ansiada democracia, con el desenvolvimiento que ha tenido la política y el bipartidismo, representado a través de dos frentes, que han marcado una grieta que cada vez se hace más grande e intensa, sobre todo, en las cercanías del 2023. Estos jugadores tienen, por sus vivencias y experiencias en la vida democrática e institucional de nuestro país, otra mirada de cómo el fútbol va por una puerta, la que ellos abrieron con muchísimo trabajo y esfuerzo, y el de la política, de la cual se sienten ajenos en cuanto a su construcción, más allá de su participación como ciudadanos a través del ejercicio del voto y de lo que ellos comprendan como una injerencia más directa o indirecta.

El presidente Alberto Fernández tuvo una clara lectura de los acontecimientos. Más allá del “cansancio” atribuido al Mundial, el viaje de regreso y la caravana, si hubiesen querido ir a la Casa Rosada, hubieran dado un sí, que hubiese sido transmitido al gobierno por parte de la AFA, a través de Claudio “Chiqui” Tapia. Pero esto no sucedió. Incluso, pienso, hasta podrían haber llegado en helicóptero, como lo hace muchas veces el primer mandatario, en las cercanías de la Casa de Gobierno, para su seguro ingreso. Pero los helicópteros, una vez interrumpida la caravana que los iba a conducir al Obelisco, los llevaron a Ezeiza, y de allí, cada uno se fue a su casa para festejar con sus familias y la gente que los vio nacer y crecer.

Sabiendo que el “cansancio” era, desde ya, un elemento importante a tener en cuenta, a Alberto Fernández no se le escapó la interpretación del faltazo. Aclarando que no se sintió “ofendido”, tuvo en cuenta la consideración que deben haber hecho los jugadores y técnicos de la selección, a la hora de tomar una determinación. Por eso afirmó que “puede ser y tal vez tenga que ver con la decisión de no meter la política en el fútbol”. Es más, él mismo añadió que “a muchos los asusta la grieta”. “No quieren quedar parados en ningún lado”, sumó al mensaje previo, sincerándose con la cuestión de que “ganaron los que jugaron, no nosotros”.

Por supuesto, y como se imaginarán, los jugadores y técnicos de la selección, tienen, cada uno, su inclinación política e ideológica, y su voto como ciudadanos que son. Pero no es una selección que de muestra de sus inclinaciones políticas, siendo que el fútbol es su centralidad, y el juego en la Copa del Mundo, su prioridad, tal como lo demostraron recientemente.

En Francia, los fuertes abrazos y palabras de consuelo del presidente Emmanuel Macron, en el podio y hasta en la cancha de juego adonde ingresó, fueron interpretados como un aprovechamiento político de su parte y calificados de “cinismo” por los analistas políticos y los medios de comunicación de su país. A los jugadores se los veía incómodos en esta pretendida cercanía que el presidente francés quería lograr con ellos, para mostrársela al pueblo francés principalmente, y al mundo por añadidura. Hasta lo tildaron de “monarca medieval”. Le salió mal su jugada y le restó en lugar de sumar.

En el caso argentino, el presidente Alberto Fernández optó por desistir de un viaje que, al igual que a Macron, le ofreció la FIFA para el partido final de la Copa del Mundo, viéndose, en su lugar, al titular de la AFA, “Chiqui” Tapia, con quien Fernández no tiene buena relación, saludar a los argentinos que recibían sus respectivas medallas y el trofeo. Fernández podría haber ido. Como presidente le cabía este derecho, pero decidió que su viaje a Qatar, en medio de la crisis económica que atraviesa nuestro país, no iba a ser bien visto por nadie. Así fue que siguió el último partido del Mundial por televisión en familia, como el resto de los argentinos que lo hacían desde sus hogares o lugares públicos.

Por último decir que es una gloria haber ganado la Copa del Mundo, todos agradecidos con esta selección que demostró, con su ejemplo, lo que es un equipo unido, que trabajó intensamente para ser el mejor del mundo, resaltando los valores del esfuerzo, la amistad, la reciprocidad, la fuerza de voluntad, el empeño, el arduo trabajo y el amor hacia sí mismos, sus compañeros, y la Argentina.

Nos devolvieron la ilusión de la argentinidad. Espero que para siempre. Me emocioné y emociono hasta las lágrimas. A todos ellos Gracias, Gracias y Gracias.

María Belén Aramburu

Te puede interesar
Últimas noticias