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07/07/2022

Boris Johnson padece la sanción moral y política, por María Belén Aramburu

Cuando los políticos británicos se refieren a que Johnson “carece de autoridad para gobernar”, aluden a los principios básicos de la ética y la moral.

Boris Johnson padece la sanción moral y política, por María Belén Aramburu

Siendo la moral, las costumbres, normas, tabúes y convenios establecidos por cada sociedad, podemos establecer una relación directa entre el comportamiento del primer ministro británico, Boris Johnson, y su salida del gobierno, tras haber protagonizado un escándalo, que es el propio y el de algunos miembros de su partido.

La frase que pronunció sobre que “nadie es indispensable en política” es cierta si la política se pone al servicio de la ciudadanía para brindarle el bienestar común para un desenvolvimiento que permita la seguridad, la salud, la educación y el desarrollo económico. Admitió no haber tenido éxito en convencer a sus colegas de conservar el mandato siendo que el Partido Conservador está a dos puntos por detrás del laborismo en las encuestas. Había nombrado ministros para ocupar los espacios que los salientes dejaban y hoy jueves iba a ser el día de reunión de su nuevo gabinete. Pero no pudo ser porque como bien él mismo dijo, él tampoco es indispensable en política.

Resistió hasta que pudo pero no se atrincheró. Permanece en el gobierno hasta que haya un nuevo líder, cuestión que podría suceder en octubre, ya que es un proceso que demora varios meses. El Partido Laborista no admite su permanencia en el poder, no bajo las circunstancias que derivaron en su renuncia, por lo que podrían convocar a elecciones anticipadas, a través de un voto de confianza en la Cámara de los Comunes, en pos de lo que un importante referente de este partido calificó como de “interés nacional”. Hasta los de su propio partido, como es el caso de Lord John Major, insisten en que es mejor que se vaya. Y tienen un candidato: Ben Wallace.

Cuando los políticos británicos se refieren a que Boris Johnson “carece de autoridad para gobernar”, aluden a los principios básicos de la ética y la moral, siendo que la primera comprende a la segunda. El último de los escándalos que lo llevaron al precipicio estuvo vinculado con la conducta sexual de Chris Pincher, el encargado de controlar la disciplina de sus diputados, imputado de “tocamientos” a dos hombres. ¡Vaya paradoja! Había ido a un club privado en Londres, dijo haber bebido demasiado y haberse avergonzado. Boris Johnson manifestó desconocer las quejas formales contra Pincher antes de nombrarlo como jefe de su bancada en febrero pero resultó que sí sabía. Mintió. Se supo que el primer ministro había sido informado de la denuncia en persona. Pero hubo más.

El llamado “partygate” fue imperdonable para la política pero, sobre todo, para la sociedad. Que el mismo Boris Johnson hubiese participado de fiestas y celebraciones en Downing Street fue imperdonable. Que la sede donde el primer ministro vive y trabaja haya sido utilizado para varios eventos resultó imperdonable. Sus mentiras también lo fueron. Lo negó hasta que apareció en varias fotos y no pudo ocultarlo más. Una de esas fotos lo muestra tomando vino junto a otros funcionarios en el jardín de la residencia oficial. Mintió y no pidió perdón hasta que se vio obligado a hacerlo públicamente. Superó una moción de censura en su contra pero fue sancionado con 126 multas, aunque la sanción administrativa-judicial no alcanzó para condenarlo. La política y la sociedad fueron por más y pidieron que se vaya lo más pronto posible de su cargo. La ciudadanía no pudo soportar sus engaños ni que las restricciones impuestas por el gobierno los alcanzara a todos menos al primer ministro y su entorno.

Como un hombre dedicado a la vida política lo olfateó. Él mismo supo y así lo manifestó cuando se refirió al “instinto de rebaño”. “Cuando la manada se mueve se mueve”, agregó, sabiendo de lo que estaba hablando. Si el hombre es él y su circunstancia, según Ortega y Gasset, acá tenía la demostración más contundente de la suya, bien interpretada por su entorno partidario y por el social. Su lectura fue perfecta. Siendo un político británico, se educó habiendo leído y aprendido de los clásicos. Sus raíces culturales lo llevan ahora a la interpretación literaria más fidedigna.

Si bien supo capitalizar una exitosa campaña de vacunación y el logro de la fabricación de la AstraZeneca, como la primera vacuna de la Europa occidental en aplicarse en el mundo y su distribución rápida y eficiente desde fines de 2020, alcanzando altos niveles de inmunidad, su gestión en el manejo de la salud en situación de pandemia, fue muy cuestionado, con más de 400 muertes diarias, encabezando, junto a otros países, el ranking de los de mayor mortalidad por el COVID19. Hasta el pasaporte sanitario para eventos masivos tuvo vigencia sólo porque la oposición le dio los votos necesarios para su aprobación, si no, no salía por el Parlamento.

La inflación azota al mundo entero luego del estallido de la invasión de Rusia a Ucrania. Luego de 40 años, Gran Bretaña llega a un récord del 9,1% interanual. Los alimentos vieron fuertemente incrementados sus precios y la energía tuvo tal disparada, que su escalada resulta amenazante. La gente se queja que no llega a fin de mes y que el gobierno no toma las medidas necesarias para aliviar su angustiante situación. El aumento de los impuestos en el mes de abril derivó en una presión aún mayor en la clase trabajadora, bandera que pudo tomar el Partido Laborista para aumentar el grado de oposición al gobierno. Cerraron plantas de acero y fertilizantes y varias empresas de energía debieron cerrar sus puertas.

El Brexit, siendo uno de los principales impulsores Boris Johnson, y habiéndolo conseguido y ejecutado durante su periodo gubernamental, tuvo su repercusión cuando el desabastecimiento en los supermercados y el aumento de los precios de la canasta básica, sobre todo de los alimentos, antes que estallara el conflicto bélico entre Rusia y Ucrania, pero agudizado aún más con la guerra, tuvo su auge. Además la situación empeoró cuando muchos trabajadores de la cadena alimentaria no pudieron realizar sus tareas porque eran del continente. Se pretendía reemplazarlos por británicos pero estos debieron haber sido adecuadamente preparados para sus tareas y no fueron. La pandemia modificó el orden de las cosas con la realización de las tareas laborales en los domicilios y los trabajos presenciales de muchas horas y mal pagos fueron rechazados. El Brexit comenzó a mostrar su peor cara en momentos críticos como los de la actualidad.

“Ser primer ministro es educación en sí misma”, se le escuchó decir a Boris Johnson. Y, desde ya, en eso tiene razón. Cuando se pierde la autoridad moral se pierde todo. La legitimidad en el cargo se sustenta en ella principalmente. Y su pérdida termina con el cargo para el que fue electo.

María Belén Aramburu

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