uizás para muchos argentinos esta elección sea mirada como muy lejana a la distancia sin poder tener una dimensión de su significado a nivel mundial. Bastantes son los problemas domésticos como para mirar a un país europeo y advertir las implicancias de quién lo va a gobernar en los próximos años y qué repercusión tendrá esto para el mundo y principalmente para Europa y, por ende, para la Argentina.
El mundo mira atentamente a Francia luego del triunfo de Emanuel Macron, quien obtuvo una marcada distancia en cifras respecto de quien lo secundó. Macron se alzó con el triunfo, con casi el 60% de los votos mientras que Marine Le Pen obtuvo un poco más del 40% quedando segunda, mientras que, en la primera vuelta, la diferencia fue de alrededor del 5%, con un importante caudal para el tercer candidato votado, Jean-Luc Mélenchon quien estuvo a sólo un poco más de 2 puntos porcentuales respecto de Le Pen.
Analizar a los candidatos es señalar sus transmutaciones al compás de las decisiones del electorado. Macron ya no es el mismo de cuando se presentó cinco años atrás. Ni Le Pen. Macron ya tiene un periodo de gobierno cumplido, con el desgaste que ello significa, las protestas de los “chalecos amarillos” en reiteradas oportunidades en las calles francesas con motivo del aumento de los precios de la energía y otros, que los convirtió en un grupo de fuerza representativa del descontento de los franceses, el paso de la pandemia con sus consecuencias desde la salud y la ayuda económica para paliarla y la guerra en Ucrania. Si bien estos temas son de agenda obligada para todos los candidatos, al presidente reelecto lo han obligado a asumir políticas concretas durante su gestión.
La prensa alemana criticó, el fin de semana pasado, con motivo de la primera vuelta, al presidente Macron, por haber “derechizado”, traducido del francés, su política durante su mandato, y de este modo, contribuido a la normalización de las ideas defendidas por Marine Le Pen, abandonando la izquierda y reflexionando sobre la necesidad del primer mandatario de profundizar en el discurso de izquierda para ganar en la segunda vuelta. Con un pie en la derecha y otro en la izquierda, Macron supo cautivar al electorado francés de ambas posiciones, en versión moderada, aunque muchos expresaron su “voto contra” Le Pen y la representación que de ella deviene de la extrema derecha, sumando algunos votos de Mélenchon pero no todos.
Marine Le Pen apareció también más moderada. La lucha por captar votos, más allá de su núcleo duro como cualquier partido y candidato, era de a uno. Los que tienen un voto definido por la derecha depositaron su confianza en ella. Hasta pareció aún mas moderada ante la candidatura de Éric Zemmour, quien mostró abiertamente su política anti inmigratoria y su obsesión por el creciente poder obtenido por las mujeres, dejando relucir su machismo. El Financial Times había prevenido sobre las repercusiones que trascenderían a la propia Francia de ganar Le Pen. Enfatizó en que iba a ser un golpe terrible a la democracia liberal dentro del mundo occidental, sumergiendo a la Unión Europea en la tormenta, justo cuando “los Estados Unidos y sus aliados, están atrapados en un brazo de hierro, alrededor de Ucrania, con la Rusia autoritaria de Putin”. La prensa británica la calificó como “un caballo de Troya del presidente ruso”. Otro medio alemán se refirió a “una catástrofe parecida a la del Brexit”, anticipando el riesgo de desmoronamiento del frente unido de occidente contra Rusia. Todo esto se puso de manifiesto en los medios franceses q tengo a mi alcance, y que se hicieron eco del análisis de la prensa extranjera.
La promesa de Macron de ser “todo para los franceses” de modo que no tuvieran ninguna razón para votar por los extremos, no pudo ser mantenida. Como señaló un medio alemán, “jamas la extrema francesa ha estado tan vigorosa”. Se le atribuye a Macron la responsabilidad de la “radicalización de la sociedad francesa”.
Los votantes de Jean-Luc Mélenchon, quien quedó tercero y a pocos votos de Le Pen en la primera vuelta, y no muy distante en números de Macron, si bien había recomendado no votar a la candidata de Reagrupación Nacional, no pidió dieran su apoyo a Macron. Criticó al presidente por ser “el peor elegido” de la V República, por los altos niveles en que la ciudadanía eligió abstenerse de votar en estas elecciones, superando el 28%. El candidato de izquierda se juega una buena ficha para las elecciones legislativas de junio, pretendiendo convertirse en primer ministro con una alianza de partidos de izquierda y ecologistas.
Los votantes de Mélenchon han cumplido un papel fundamental en esta elección presidencial. Porque más allá de su inclinación, presuntamente hacia Emanuel Macron con un “voto útil” para evitar el triunfo de la derecha francesa, muchos de los seguidores de La Francia Insumisa han optado por abstenerse, votar en blanco o depositando un voto viciado de nulidad. El “voto bronca” dijo presente ya sea a través de su emisión o abstención. Los NI se hicieron presentes de manera contundente, siendo que fue muy difícil para los protagonistas de esta elección captar sus voluntades.