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20/10/2021

Revaloricemos la cultura del trabajo, por María Belén Aramburu

Los planes sociales deben ser transformados en trabajo genuino y digno.

Revaloricemos la cultura del trabajo, por María Belén Aramburu

Siendo que la cultura del trabajo es un valor esencial para el desarrollo de un país basado en el cultivo de virtudes vinculadas a esta cultura como lo son el esfuerzo, la organización, el talento y capacidades puestos a prueba, inquietudes que se van desatando al compás del ritmo de las obligaciones que bien pueden convertirse en placeres cuando se vislumbra el progreso, el avance, el premio al que trabaja, se prepara, pone empeño, voluntad, ve su crecimiento, es alentado pero principalmente automotivado, autoestimulado, buscando ser cada vez más productivo redundando en su propio beneficio, en el de su entorno laboral y, obviamente, aunque ni siquiera llegue a advertirlo, o sí lo haga, en su país.

Sea que trabaje en el sector público o privado, sea cual sea su empleo, la cultura del trabajo se realza desde el propio Estado, se acepta y proclama como un baluarte. Incluso aquel que se desempeña en la administración pública se debe ver y debe ser visto como un gran trabajador que está al servicio del otro en el cumplimiento de su función diaria. Ni hablar de los que se dedican a la política y administran los recursos de un país, un distrito más grande o más pequeño, y los designios de sus habitantes, a través de sus decisiones.
La cultura del trabajo es enseñada y valorada dentro de la propia familia, y no sólo con lo que se transmite verbalmente sino por los hechos que demuestran que lo es. Es transmitida de generación en generación escuchándose decir de boca de quien trabaja que su abuelo, abuela, padre, madre, parientes, han trabajado en tal o cual rubro o sector y han llegado a tener lo que tienen como fruto de ese gran esfuerzo, pudiendo los que los sucedieron, expandirse.

La escuela es una gran promotora de la cultura del quehacer y del trabajo. De hecho es el primer escalón formal en el que se ven los resultados del esfuerzo, cada uno de acuerdo con sus capacidades, talentos y posibilidades, permitiendo el desarrollo de múltiples habilidades por medio del ejercicio continuo del aprendizaje de distintas materias. Si el país y su gente, quiero introducir la palabra Nación que es mucho más abarcativa y comprehensiva y para mi entender la más correcta aunque la menos empleada porque no resiste el análisis exhaustivo de su aplicación en la Argentina, tema que quizás desarrolle en otra editorial de Hace Instantes, entiende qué es la cultura del trabajo, la aplicará con palabra y ejemplo, sea cual fuese el escenario en el que se encuentre.

Al compás de la crisis económica lo que se escucha es la imposibilidad de continuar con lo adquirido por generaciones anteriores y más aún, achicarse en lugar de expandirse. Ni hablar del que tiene que empezar de cero y no consigue nada. Se ve frustración ante la acumulación de tantísimo trabajo que el propio esfuerzo no puede continuar ni sostener. Muchos jóvenes que no vislumbran futuro en el país prefieren buscar otro destino en el que el fruto de su trabajo sea redituable en el tiempo y su esfuerzo recompensado además de valorado. Algunos se van con las manos vacías, otros se llevan un oficio y otros tantos títulos universitarios y hasta experiencia laboral en el país. Pero sobre todo se llevan ilusiones visualizando un futuro promisorio y la decepción propia y familiar de no haber podido desarrollar su trabajo en su país.

La aparición de los planes sociales sirvió para paliar una grave situación socioeconómica padecida por un sector vulnerable de la población que quedó marginado, fuera del sistema, y se fue agrandando cada vez más. Si bien algunos se pudieron haber acostumbrado a recibir una ayuda a la vez que buscando hacer alguna changa porque ni el plan alcanzaba, muchos quisieron ingresar al mercado laboral sin poder ingresar en él.

Los planes sociales no pueden ser eternos. Deben necesariamente ser transformados en trabajo genuino y digno. El presidente Alberto Fernández firmó recientemente un decreto para convertirlos en empleo registrado mediante la gestión de los Ministerios de Desarrollo Social y de Trabajo con programas de inserción en el mercado laboral que, a través de la reducción de entre un 90% y un 95% de las contribuciones patronales a los empleadores que contraten personas que se encuentren bajo un plan social, siendo de un 95% cuando se trata de mujeres y personas trans y de un 90% si se trata de emplear a varones, concluyendo en un beneficio que se aplicará durante los primeros 12 meses de contratación. “La prestación se considerará parte integrante del salario respectivo en forma total o parcial, en la forma, plazo y condiciones que se determinen para cada sector de actividad”. Este régimen sólo se aplicará para nuevas incorporaciones que redundará en una ampliación de la planta total de trabajadores.

Esta medida deberá ser contenida en un contexto más global de reactivación económica que genere empleo genuino dentro del cual se inserten los beneficiarios de planes sociales para su reconversión en empleos registrados. Y el registro de estos nuevos empleos debiesen también reparar en que un 40% de la economía aproximadamente, porque de ello no hay estadísticas concretas por obvias razones, se encuentra en negro y requiere a su vez de la incorporación de estos trabajadores al mercado formal.

La cultura del trabajo nos conecta con nosotros mismos, con quiénes y cómo somos. Si bien no nos define en cuanto que se trata del cumplimiento de uno de nuestros varios roles en la sociedad, habla de nosotros. Incluso a qué nos dedicamos y cómo lo hacemos condiciona nuestra mirada hacia nosotros, hacia el resto y de los demás hacia nosotros. Primero Somos, después Hacemos y luego Tenemos, Ser, Hacer y Tener, en ese orden. Pero tanto habla de lo que “somos” aunque más no sea desde el yo como diría algún psicólogo, que muchos se refieren a lo que hacen con un “Yo soy...”.

Revalorizar la cultura del trabajo es darnos un lugar digno en nuestro Ser si con él cumplimos con nuestro propósito y, en la sociedad, sirviéndola con nuestros talentos, dones y trabajo. Tan importante es la cultura del trabajo.

María Belén Aramburu

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