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03/05/2022

Internas: el peligro del quiebre y la gobernabilidad, por María Belén Aramburu

Lo que todo partido político debe saber es que las internas llevadas a su máxima expresión, no sólo son desgastantes sino también desestabilizadoras,

Internas: el peligro del quiebre y la gobernabilidad, por María Belén Aramburu

Las internas en los principales frentes están al rojo vivo, haciendo una salvedad importantísima: no es lo mismo una interna en el Frente de Todos, que es el que gobierna, a que se produzca en el seno de Juntos por el Cambio que juega el rol de opositor.

Lo que todo partido político y frente que integre debe saber, es que las internas llevadas a su máxima expresión, no sólo son desgastantes sino también desestabilizadoras, pudiendo derivar en el quiebre total. En el caso del partido o frente gobernante  podría convertirse en un problema de grave institucionalidad, poniendo en peligro la gobernabilidad. En el que ejerce el papel de opositor, el desgaste que lleve a ruptura puede ser cuantificable en términos numéricos de votos en el Congreso como integrantes de un bloque o interbloque en el Poder Legislativo y en votantes de la ciudadanía en las elecciones.

La interna en el gobierno es preocupante. Ya deja de ser de interés de los analistas y comentaristas políticos para convertirse en el problema de todos, por la sencilla razón de que se encuentran ejerciendo el poder desde el gobierno y se necesita de cierta, al menos, cohesión, para resolver los temas cotidianos de la población, preocupada por el alto índice inflacionario vigente que se proyecta en el tiempo, la falta de oportunidades laborales, los altos y cuantiosos impuestos, etc. Desde el que maneja su pequeña microeconomía hasta el que lo hace en grandes volúmenes, requiere de mensajes claros, resultantes de políticas transparentes que permitan previsibilidad, aún y más, ante tanta incertidumbre.

Los embates contra el presidente Alberto Fernández por parte de la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, su hijo Máximo Kirchner, y otros referentes del kirchnerismo y de la Cámpora hace ya bastante tiempo, material de una editorial anterior que escribí para @Haceinstantes, vienen asestando al primer mandatario y su gobierno en lo personal y su labor al frente del Poder Ejecutivo.

Las últimas declaraciones provienen de un referente de La Cámpora, Andrés “Cuervo” Larroque, ministro de Kicillof, acusando a Alberto Fernández de realizar “operaciones de desgaste” contra la vicepresidenta y aclarando para que no queden dudas, que “el gobierno es nuestro”, para agregar que “somos parte, no somos ajenos”. La advertencia sobre “nuestro” y “no ajeno” apunta a algo más esencial. No sólo significa no dejar afuera de las decisiones más importantes al kirchnerismo en su núcleo más duro, sino también resignificar el Frente de Todos como gobierno, reforzando el caudal de votantes del que hizo gala Cristina Fernández de Kirchner en su precandidatura acompañando a su ex jefe de Gabinete como potencial presidente, jactándose de números reales, a los cuales hoy también puede recurrir de ser necesario, para plantear un escenario de liderazgo y no de acompañante como muchas veces en la historia de nuestro país han desempeñado los vicepresidentes más allá de su rol constitucional de titulares del Senado porque, hasta en este rol ella es fuerte manejando los hilos de su bloque en la Cámara Alta.

La palabra “desgaste”, si se observa y escucha bien, es utilizada tanto por kirchneristas como por albertistas, y deja al descubierto el punto más álgido que ya ni entra en discusión o debate sobre lo que está sucediendo. O son unos, o son otros, o son todos. ¿Qué quieren ambas facciones? ¿Ser protagonistas del gobierno? Sí, claramente. Esto conlleva necesariamente a tener el mando, el dominio sobre las decisiones de gobierno. ¿A quién le pertenece el poder? ¿A Alberto Fernández quien fue elegido presidente? ¿O a una vicepresidenta fuerte, ex presidenta dos veces, con un marido que también fue presidente, con una larga trayectoria política institucional dentro del Congreso y con el aporte del núcleo duro de los votantes en las elecciones presidenciales pasadas y para las que vendrán? ¿Qué construcción pudo hacer el albertismo en estos más de dos años de gobierno? ¿Le alcanza para sostenerse frente a sus opositores del Frente de Todos? Ante tanta pregunta y respuestas varias, el gobierno debiese ser uno, en una coalición de gobierno de propios, en este caso, todos peronistas, aunque ubicados en distintas vertientes, pero en un frente común consolidado para asumir las cuestiones más sensibles para la población.

Como era de esperar, las voces albertistas reaccionaron inmediatamente. Ya no fue la mano derecha y confiable del presidente, el canciller Santiago Cafiero, quien lo hizo, no mencioné otros porque en esa interna podrían aparecer desdibujados en sus posiciones o firmes aliados del kirchnerismo dispuestos a defender a Cristina, sino Luis D’Elía cuando señaló que “están desestabilizando al gobierno con el pedido de renuncia de Guzmán”. Apareció también en el rol de defensor del presidente, el secretario de Relaciones Parlamentarias, Fernando “Chino” Navarro, de quien dijo que “se dedica a gobernar” y, yendo más allá, que “es el Presidente”, señalando su liderazgo por si cabían dudas, destacando a quien detenta la titularidad del Poder Ejecutivo, pero, siendo tajante contra algunos funcionarios gubernamentales cuando calificó como de estar “construyendo una derrota”, a “Guzmán, Kulfas y Moroni”.

La interna en el Frente de Todos se fue profundizando y tuvo un punto culminante con repercusiones parlamentarias, en momentos de la negociación, devenida en proyecto de ley luego sancionado, con el Fondo Monetario Internacional. Siendo el eje el mismo, y el protagonista, hacedor del acuerdo, el mismo, el blanco puntual signe siendo, aunque ahora de manera más elocuente, exigiendo forzar su salida, el Ministro de Economía, Martín Guzmán, con el tremendo índice inflacionario como agregado ineludible, tarifas, energía e impuestos principalmente. A Guzmán lo sostiene Alberto Fernández. Y también... Alberto Fernández, aunque más propiamente se podría añadir a los que apoyan incondicionalmente al presidente. Tampoco saben los integrantes del Frente de Todos, si las opciones posibles podrían solucionar los temas de fondo que aquejan a todos los argentinos.

¿Es difícil gobernar en medio de tanta interna, desgastante y a punto de quebrar el frente? Sí. ¿Es imposible gobernar así? Prácticamente sí aunque el gobierno debe ser sostenido en su marcha con todas estas dificultades y más también, siendo que el presidente es Alberto Fernández.

Cristina Fernández de Kirchner, demostrando su poder, se metió, una vez más, luego de haber enviado a sus delfines, a través de un contundente mensaje en el que expresa que “se puede ser legítimo y legal de origen y no de gestión”. Es una obviedad su referencia a Alberto Fernández, pero... Si el presidente es legal y legítimo por cómo llegó a la presidencia, (ella agregaría que con los votos que ella supo cosechar y que fue idea suya la propuesta de Alberto Presidente), pero no lo es en la gestión, ¿quién gobierna? ¿Si la legitimidad y la legalidad le dan sustento al ejercicio de la función de la presidencia a quien la detente?

Es menester de los políticos y de la política, y principalmente de los gobernantes, resolver los problemas de la gente, quien no puede estar como expectadora permanente de un ring de boxeo palpitando el desenlace que puede terminar en knock out. Pero la gente ya no es ni quiere ser observadora. Quiere y es protagonista. Mediante su voto en una democracia bajo una forma de gobierno republicana.

María Belén Aramburu

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