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21/01/2020

El eje es la violencia, por María Belén Aramburu

Resulta muy difícil analizar este tema con la tragedia de un joven que ya no está.

El eje es la violencia, por María Belén Aramburu

“Los rugbiers gritaban ‘dale que lo vas a matar, vos podés’”, es el testimonio de una adolescente de 17 años que tomó intervención, según lo que afirmó, para separar a los jóvenes mientras golpeaban a Fernando Baez Sosa hasta darle muerte.
 
El escalofrío recorre nuestros cuerpos y nuestros corazones se sacuden al escuchar uno tras otro los testimonios de los presentes durante la fuerte golpiza que mató a Fernando al mismo tiempo en que se grababa lo que sucedía.
 
Resulta muy difícil analizar este tema con la tragedia de un joven que ya no está, a quien se le privó de su presente y su futuro, un joven solidario, que estudiaba, que era el hijo único de una pareja trabajadora que hacía lo posible para que su hijo obtuviera su título universitario de abogado y desarrollase su carrera profesional. Y con una madre y un padre llorando por su hijo con quien no compartirán más sus vidas.
 
El eje es la violencia.
 
Se hace una asociación del rugby con la violencia porque son rugbiers los que atacaron y dieron muerte a Fernando.
 
El rugby como deporte no instaura la violencia. El rugby inculca valores como ser la camaradería, el compañerismo, unión, solidaridad, respeto.
 
El rugby como deporte, además, por supuesto, y a la par de otros deportes, ha sacado a muchos jóvenes de la delincuencia y adicciones. Un caso concreto es el rugby que se enseña en las cárceles, armando equipos, a través del programa “Los espartanos”.
 
El rugby como deporte ha unido pueblos enfrentados como argentinos y británicos tras la guerra de las Malvinas en territorio malvinense o los partidos entre israelíes y palestinos en Jerusalén bregando por la Paz y logrando un cambio significativo en quienes formaron parte de esos encuentros.
 
Pero... Y acá hago un stop para entrar en algunos detalles.
 
El rugby como deporte es de choque. Cultiva el desarrollo del cuerpo, es exigente en cuanto a la fortaleza, requiere de un entrenamiento constante e intenso, el propio del deporte y el del gimnasio. Pero esa destreza y fortaleza que se despliega en la cancha muchas veces trasciende el propio juego. E incluso en un partido puede verse como algunos la utilizan para pegar al contrincante. Allí interviene el árbitro. Y al árbitro se lo respeta. Eso ya se sabe.
 
Vuelvo al punto anterior. Cuando la utilización de la fortaleza corporal desarrollada en los entrenamientos y el gimnasio se convierte en violencia en pos del grupo, se distorsiona el valor de lo que se ha instalado como equipo unido y sólido. Se masifican los integrantes del grupo, siguen instrucciones de los que en ese momento se convierten en jefes e instalan la idea de ir a pegar a otro grupo que constituye otro equipo de rugby con quienes rivalizan en la cancha y lo trasladan fuera de ella. La violencia se instala de este preciso instante en el grupo masificado y como tal enceguecido en sus acciones. Los cuerpos “trabajados” y entrenados se muestran a través de fotos en las redes sociales, se ostentan a través de vestimentas que los resalten y se ponen a prueba en los enfrentamientos con terceros, ya sean de un equipo rival, que brinda adrenalina en la búsqueda de un triunfo a viralizar y exponer para dar lugar al éxito del más fuerte, o los que en grupo pueden ser combatidos para desplegar una batalla campal.
 
Es cuando se ve al contrincante como un enemigo, al club al que se enfrenta en la cancha como un enemigo, cuando el valor que se transmitió en el “tercer tiempo”, aquel tan preciado que es compartido con los rivales que se convierten en amigos mientras se disfruta de un asado, es arrasado.
 
Es también la impunidad lo que lleva a la violencia. El sentirse imbatibles, poderosos e incuestionables bajo ese disfraz de equipo, de pertenencia a un club, sumado al poder de la fortaleza corporal sobre la que se ha puesto el esfuerzo necesario durante todo el año. Es la fantasía en la que se mide el poder físico y la fuerza. Y en la conciencia de masa nadie se responsabiliza individualmente ya que se está enmascarado y oculto en un grupo de pertenencia.
 
Aparece una configuración colectiva novedosa para el discurso “ortodoxo y legal” del rugby.
 
Aparece una identificación perniciosa de lo colectivo con una identidad primitiva de violencia. Si todos somos todo y elegimos qué representar de ese todo, aparece la elección de ser pacífico o violento en cada una de las circunstancias de nuestra vida. Ha pasado y pasa también en el ámbito del fútbol, en el que se ha instalado e instala la violencia por poner otro ejemplo.
 
Cuando la violencia se despliega a través de esa identificación colectiva atendiendo al ser más primitivo con la búsqueda del poder, el eje pasa por ella misma. No tiene que ver con tal o cual deporte. La violencia es la que aparece. Y se agranda cuando el compañero es el alcohol. Y cuando a éste se le añade otro, las drogas.
 
En lo que todos debemos trabajar es en el eje de la cuestión. Sin distracciones. Trabajar sobre el tema de la violencia cabe a cada uno de los miembros de la sociedad con una enorme responsabilidad del Estado y los medios de comunicación.
 
Por su parte, ¿los padres qué les enseñan a sus hijos sobre las conductas pacíficas? ¿Qué les dicen sobre la violencia? ¿Qué dicen y cómo actúan los padres, qué ejemplo brindan? La educación desde la familia es lo primordial. No se puede mirar para afuera cuando suceden episodios de violencia para ver a quién le cabe la responsabilidad de las propias conductas.
 
La sanción a los jóvenes que mataron a Fernando debe ser ejemplificadora, para ellos y para todos.
 
En el mundo del rugby, más allá de los esfuerzos de los entrenadores para inculcar buenos valores dentro y fuera de la cancha, habrá que sumar aún más para que quede claro cómo y con qué basamentos se constituye un grupo de pertenencia que conforma un club de rugby, cómo evitar la utilización del desarrollo de la fuerza corporal necesaria en este deporte en una que con su exceso destruya al otro, o al que se ve como un otro, como un enemigo.
 
Sobre el concepto del otro y el enemigo los invito a releer la editorial que escribí hace un tiempo en @Haceinstantes titulada “El otro no es un enemigo”.
 
Reitero: el eje es la violencia, en todas sus facetas, en todos sus aspectos. Sobre esto debemos trabajar. Pero sobretodo, y poniendo énfasis en lo positivo, debemos realzar y desarrollar nuestro ser pacifico, porque eso es lo que verdaderamente somos en nuestra esencia.
  
Debemos trabajar en lo que es la Paz y transmitirlo a través de pensamientos, sentimientos y acciones.

 

Por María Belén Aramburu 

 

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