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16/02/2018

#EditorialHi: No hay que llegar a lamentar una muerte, por María Belén Aramburu

#EditorialHi: No hay que llegar a lamentar una muerte, por María Belén Aramburu

No hay que llegar a lamentar una muerte para revisar la formación que se le brinda a los cadetes que aspiran a ser policías en la provincia de La Rioja o en cualquier otro distrito.No se debe llegar tan lejos.Tampoco se debe llegar a una situación en que se descompensen, desmayen o deban ser atendidos, más allá que no corran riesgo sus vidas, por excesos cometidos durante su entrenamiento.No se debe llegar hasta tal punto después que las denuncias judicializaron la situación. Porque había denuncias previas. Inconcebible.No se puede naturalizar el maltrato físico y psíquico, la tortura, como si fueran parte de un adiestramiento para la formación de aquellos que formarán parte de una fuerza que está al servicio de la comunidad.¿Por qué un "baile" de bienvenida? ¿Para qué?Peor. Todo esto ya se sabía. No fueron los primeros. Espero hayan sido los últimos en padecer semejantes condiciones inhumanas. Autoridades de la Escuela fueron detenidas. El Instituto Superior del que ésta depende intervenido. Las investigaciones administrativas internas no son suficientes. La justicia debe actuar con eficiencia y celeridad. Ya no se puede esperar más. Y la mecánica instalada y hasta naturalizada en cuanto a la modalidad de entrenamiento, revisada y modificada. De manera urgente. Sin dilaciones. En La Rioja y en todo el país. Y no es "muerte dudosa" como bien señala el papá de Emanuel Garay cuando denunció haber recibido "aprietes" para que figurara en el acta de defunción, mientras transitaba el dolor por la muerte de su hijo. Seis cadetes acusados de haber participado en las torturas. Se desempeñaban como auxiliares de los instructores. La acusación es aún más grave. Se les adjudica la coautoría. La carátula de la causa es la de homicidio simple e incumplimiento de los deberes de funcionario público en concurso real contra los ocho policías detenidos.Habría que sumar a la causa la investigación de una supuesta estrategia de depuración de aspirantes a través de las torturas. De 400 que ingresaban, quedaban 50."Déjenlo solo. Que se muera", aseguran los cadetes que han sobrevivido ordenaban los superiores al ver a Emanuel descompensado, deshidratado y tirado en el piso. Y, lamentablemente murió.¿Eso era lo que querían?¿Eso es un entrenamiento para cadetes?No.Ni en La Rioja. Ni en ningún otro lugar del país o del mundo. Rotundamente no.Algunos cadetes abandonaron su proyecto. No quieren ir más. Y tampoco quieren ser policías.Jacqueline Chumbita tiene 19 años. Se recuperó de los maltratos y torturas a las que fue sometida durante el entrenamiento en la misma escuela a la que asistía Emanuel Garay. Estuvo cuatro días en terapia intensiva. Otros doce hospitalizada en una sala común. Todavía le falta para recuperarse completamente. Los moretones le recuerdan los abusos que sufrió. Pero su sueño es más fuerte. De chica le decía a su familia que quería ser policía. Le dijo al gobernador cuando la visitó al hospital que iba a cumplir su sueño y volver a la Escuela de Cadetes. Y va a volver. A la misma escuela. A una escuela que la sociedad exige sea diferente. Con otras autoridades. Que tengan una visión diferente del entrenamiento que se debe impartir. Una escuela reestructurada en su conjunto. En su esencia. Que sea una escuela ejemplar después de lo que pasó. Esta escuela y las demás. Todas. Que no se repita esta triste historia. Que Jacqueline pueda cumplir el sueño que tanto desea abrazar. Que en su recuerdo y en el de todos esté Emanuel. Que pueda ser impulsora de un cambio con su ejemplo y denuncia. Que su mamá, enfermera de profesión y vocación, la siga acompañando.Estaremos todos atentos para que haya un cambio.Estaremos atentos a cómo avanza la causa y qué se hace para solucionar el fondo de la cuestión.Y acompañemos el dolor de la familia de Emanuel. No pueden ni deben estar solos. Ni ellos ni los familiares de tantas víctimas. Porque ellos también son víctimas.Por María Belén Aramburu.

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