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07/09/2020

Pandemia: Protocolo y barbijo, por María Belén Aramburu

¿Qué es lo que no se entendió o no se quiere entender?

Pandemia: Protocolo y barbijo, por María Belén Aramburu

Hace un tiempo escribí sobre el tema de la responsabilidad individual y social en una editorial de @Haceinstantes . En tiempo de pandemia y con menos casos de contagiados y víctimas fatales.
 
Las aperturas que se han venido realizando tanto en la ciudad de Buenos Aires como en el conurbano bonaerense y el resto del país, han respondido a una situación psicológica individual y social que ha ejercido presión sobre los primeros mandatarios de los distritos que así las dispusieron más que a una situación epidemiológica que las acompañe en algunos casos. Vale decir que varios distritos provinciales lograron pasar de fase, incluso llegando a la 5 que se ajusta bastante a una “nueva normalidad” cuando sus condiciones sanitarias y sistemas de salud se lo permitieron, algunos sosteniéndolo en el tiempo hasta el día de hoy.
 
Distinta fue la situación del AMBA que supo alcanzar el 93% de los casos totales del país para ver disminuir este porcentaje mientras aumentaban en el resto del país, incluso para aquellos que habían llegado a la fase 5.
 
En medio de los picos, se afirma que en la ciudad de Buenos Aires ya pasamos tres, las aperturas se seguían habilitando al compás de las necesidades económicas de los que urgidos por no quebrar o cerrar sus locales intentaban mantenerse a flote en medio de las diversidades económicas mientras iban cubriendo sus costos fijos, teniendo un peso específico la presión social de meses de cuarentena estricta y aperturas que se iban permitiendo.
 
Las aperturas de los bares, confiterías y restaurantes de los últimos días con la habilitación de mesas y sillas en la vereda, excluyendo lo que en un principio se permitió como las terrazas, patios interiores y jardines propios, estalló de gente que lo vio como una salida para su prolongada estadía en casa y su distanciamiento social.
 
Se dejó en claro a través de las palabras del presidente Alberto Fernández que se pasaba de un aislamiento social, preventivo y obligatorio llamado ASPO a un distanciamiento social, preventivo y obligatorio. Pareciera un juego de palabras pero no lo es. No es lo mismo estar aislado que estar distanciado.
 
La apertura de bares y restaurantes, aunque más no sea a través de la utilización de las veredas o de paseos habilitados a tales propósitos con la demarcación de círculos para establecer distancias obligatorias, autorizada por el jefe de gobierno de la ciudad de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta, alivia el bolsillo de los comerciantes y sus empleados que desde el 20 de marzo no trabajan ni tienen ingresos y descomprime el encierro inicial y la falta de contacto social. Pero tanto Rodríguez Larreta como su vice, Diego Santilli, fueron muy claros al estipular protocolos para evitar la propagación de un virus que en este momento tiene un alto voltaje de circulación.
 
Las aperturas siempre son con protocolos para tener lo que se ha denominado, parafraseando a Angela Merkel cuando la implementó en su país, una “nueva vida normal”. No se puede pensar que por más que se hayan abierto los bares y restaurantes se pueda hacer una vida como si la pandemia hubiese dejado de existir. La pandemia continúa acá y en el mundo y se van avanzando o retrocediendo casilleros al compás de la situación epidemiológica de cada país y de cada zona de cada Estado, al igual que de las condiciones del sistema de salud que merecen un párrafo aparte.
 
Para que estos y todos los locales habilitados sigan abiertos y funcionando deben cumplir con un protocolo. Los locales y nosotros si queremos asistir a ellos, se trate de un comercio en el que se realice una compra o uno gastronómico en el que se preste un servicio.
 
La apertura de bares y restaurantes autorizada por el gobierno de Horacio Rodríguez Larreta está bien desde mi punto de vista. Descomprime, como expresé anteriormente, la acuciante situación económica del sector y la presión social que es real para los que no soportan las restricciones impuestas.
 
Lo que no está bien es el incumplimiento del protocolo. ¿Qué es lo que no se entendió o no se quiere entender? En el caso de los locales gastronómicos se autorizan mesas y sillas afuera, en la vereda, con 2 metros de distancia entre ellas y 1 metro y medio entre las personas que no pueden ser más de 4 por mesa. Además se requiere el uso del barbijo que mientras no se come o bebe debe estar puesto. Sin gente alrededor de las mesas porque eso ya estaría obstaculizando el cumplimiento de las normas establecidas y ocupando los espacios públicos con el barbijo puesto. Con barbijo, también es una norma a cumplir.
 
Hay otra situación a contemplar en este contexto que encuentro favorable. Antes de la pandemia, durante los fines de semana, la gente se distribuía yendo a distintos lugares de esparcimiento, plazas, bosques, shoppings, bares, restaurantes, un asado en lo de un familiar o amigo, reuniones sociales. Al desaparecer varias de estas opciones los porteños estamos circulando en las mismas calles y avenidas, yendo a las mismas plazas y bosques del barrio donde vivimos, por lo que la medida de Rodríguez Larreta permitió una mayor y mejor distribución de las personas del distrito. Pero con cumplimiento del protocolo, no sin él.
 
Nada de todo esto es caprichoso. Es para evitar la mayor propagación de circulación del virus, del coronavirus, en una situación que es contenida y estable en la ciudad de Buenos Aires pero con una meseta que se mantiene alta y tiene un R o cantidad de contagios por cada persona contagiada que oscila ubicándose en más de 1 o menos de 1 que es lo deseable, como ha señalado el Ministro de Salud de la ciudad de Buenos Aires, Fernán Quirós. Se ha probado en otras partes del mundo en las que los protocolos han sido establecidos para dar lugar a una mayor flexibilización.
 
Mencioné más arriba que el importantísimo tema vinculado al sistema sanitario y la cantidad de camas disponibles en terapia intensiva merecía un capítulo aparte.
 
Hay 4 distritos que se convirtieron en altamente vulnerables por el colapso en sus sistemas de salud, Jujuy, Mendoza, Córdoba y Santa Fe. En ellos se cuentan las camas en las salas de terapia intensiva y prácticamente no las hay disponibles en medio del colapso.
 
En las unidades de terapia intensiva además de la falta de camas, el personal médico y de enfermería padece el efecto de la enfermedad que lo traiciona mientras intenta salvar vidas y el stress por su fatigosa tarea diaria, muchas veces de desesperación ante las vidas que se les van de las manos sin poder acudir en su auxilio pese a sus denodados esfuerzos.
 
Recuerdo al director de un hospital referirse en una entrevista que le hice a la saturación de las camas de terapia intensiva. Pero lo que más me impactó fue cuando me señaló que “los médicos y enfermeros miramos por la ventana a la gente que hace su vida como si nada pasara, mientras acá adentro vemos a los pacientes morir y seguir ocupando camas que ya no quedan disponibles”. Fuerte testimonio, tan real como doloroso.
 
Si queremos vivir una “nueva vida normal” o como se la quiera llamar, debemos actuar con responsabilidad individual y social. Sino no se pueden seguir permitiendo más aperturas y actividades. Y la amenaza del “botón rojo” puede materializarse en apenas un segundo por el presidente Alberto Fernández quien en su último anuncio permitió las reuniones al aire libre de hasta 10 personas en todo el país, aprobación mediante de cada distrito, con distancia, barbijo y cumplimiento del protocolo. Siempre debe cumplirse el protocolo.

 

Por María Belén Aramburu

 

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