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28/08/2020

Desconexión digital, por María Belén Aramburu

En tiempos de pandemia, la falta de acceso a ciertas tecnologías y a la internet ha quedado de manifiesto. El aumento de la desigualdad entre los más chicos ha sido la gran consecuencia.

Desconexión digital, por María Belén Aramburu

Uno de los problemas que puso de manifiesto la pandemia fue la desconexión digital de aquellos que sin tener buen acceso o siquiera acceso a Internet han quedado fuera del sistema. Sea cual fuere la función que una persona desarrolla en la sociedad, si no puede estar tecnológicamente conectado en época de aislamiento y distanciamiento social, queda al margen de una maquinaria que continúa moviéndose en el engranaje del quehacer diario.

Si bien la tecnología vino para traer sedentarismo y hasta desconexión en los encuentros interpersonales cuando en lugar de mirar a los ojos del interlocutor se mira permanentemente a una pantalla, cuando la reunión queda sustituida por la virtualidad, cuando aparecen el grooming y abusos a través de las redes, también vino para ser utilizada correctamente como una herramienta que permita relacionarnos y estrechar vínculos más allá de los cercanos, brindarnos inmediatez en las comunicaciones e información, globalizar el mundo como una aldea y saber y sentir lo que pasa en el otro extremo del mundo como si estuviera sucediendo donde uno se encuentra.

Cuando los encuentros interpersonales no se pueden dar, la tecnología es sumamente valiosa, al igual que cuando no se puede trabajar presencialmente y se requiere del teletrabajo, cuando no se puede asistir a clases y los alumnos, maestros y profesores se conectan vía Internet.

En época de pandemia la tecnología cobra mayor valor que en la ahora denominada “normalidad”.

Pero, ¿qué sucede cuando no se puede acceder a la tecnología o ésta se obtiene de modo precario? La gente se queda literalmente desconectada.

¿En qué casos la gente se queda desconectada? Hay muchísimos ejemplos. Está hospitalizada y no puede comunicarse con sus seres queridos y viceversa. No puede establecer vínculos con sus afectos cercanos ya que el aislamiento y distanciamiento la mantienen alejada. Si no se le permite ir a su lugar de trabajo, no puede realizarlo a través de la tecnología, con sus graves consecuencias. En un hogar sin conexión toda la familia está desconectada. Si en un hogar sólo hay una computadora, en el caso de tratarse de una limitación de acceso al hardware, deberán compartirla turnándose o asignándose prioridades que dejará al margen a todos sus miembros salvo a uno que la utilizará. Se podrán poner muchos más ejemplos que por su extensión llevaría a ocupar toda esta editorial. Los dejo pensando en ellos para seguir avanzando con el texto.

En el caso particular de la educación, a mayor conectividad, mayores son las oportunidades de adquirir aprendizaje. El que no lo está, queda rezagado y postergado.  Las desigualdades de conexión digital quedaron al descubierto pero para ser subsanadas, solucionadas, no para quedarse. No llegaron para ser observadas o analizadas solamente sino para que todos podamos gozar de los beneficios de la conexión.

En la Ciudad de Buenos Aires, el jefe de gobierno Horacio Rodríguez Larreta intentó avanzar con un protocolo que pretende cambiar y poner a consideración de las autoridades nacionales nuevamente habiendo afirmado que estaba previamente estudiado y acordado con el Ministro de Educación de la Nación, Nicolás Trotta. Fue la Ministra de Educación del gobierno de la ciudad, Soledad Acuña, quien desestimó el argumento sobre una situación sanitaria vinculada con cuestiones epidemiológicas, insistiendo en que la cantidad de casos en la Capital permite la apertura de las escuelas para 6.500 alumnos que quedaron fuera de la conectividad o tienen inconvenientes en adquirir aprendizaje sin la asistencia a la escuela. Se estableció un protocolo de permanencia de 15 alumnos con sus correspondientes maestros por escuela, distanciados entre ellos con una ocupación de una persona cada 15 metros cuadrados con turnos de 4 horas escalonando horarios de entrada y salida. Los llaman “espacios digitales” y serían la antesala de la paulatina vuelta a clases en Capital Federal.

Mientras Nicolás Trotta y algunos gremios como UTE-CTERA se oponen por falta de cumplimiento estricto de un protocolo con 33 puntos que debería respetarse a rajatabla y con el argumento de la cantidad de casos de Covid19 en el AMBA, la Ministra Acuña respondió en conferencia de prensa que, desde la ciudad, están dispuestos a mejorar la propuesta e insistir en lo que será una “prueba piloto”para la “vuelta progresiva a las aulas”.

Mientras se revisa el protocolo, se pule, se acuerda, se aprueba o rechaza, reuniones mediante, el Ministerio de Educación de la ciudad de Buenos Aires decidió ir casa por casa para evaluar la situación de los niños, niñas y adolescentes que no estuvieron conectados para conocer cada circunstancia en particular que los mantuvo alejados del aprendizaje y que puedan retomar su educación a distancia. Es un hecho que el lunes no se abrirán los “espacios digitales” en las escuelas de este distrito.

Podría escribir un párrafo aparte sobre la política y sus consideraciones cuando ésta se entremezcla en las decisiones adoptadas o a adoptar, pero restaría espacio a la esencia de esta editorial que se basa principalmente en la desconexión digital. Agrego la respuesta negativa brindada por el Ministro Trotta a propósito de la especulación de una supuesta autorización que hubiese otorgado si la procedencia de la propuesta hubiese sido del gobierno de la provincia de Buenos Aires comandada por Axel Kicillof.

En los países en desarrollo y subdesarrollados la desconexión digital se ha tornado más obvia y el auxilio a ser brindado a la población que ha quedado marginada a raíz de esta situación debe ser inmediata y urgente.

La desconexión genera desigualdad. Hay quienes dicen que lo que hay que hacer es distribuir computadoras en lugar de que los niños, niñas y adolescentes asistan a clases en las escuelas.

La solución no debería tardar en llegar. Mientras se discute el procedimiento que entiendo es sumamente necesario en términos de cumplimiento de protocolos, se pierden clases, los niños, niñas y adolescentes quedan postergados en sus estudios pero principalmente en su dignidad de ser considerados sujetos de derechos que deben tener acceso a lo más primordial como la alimentación, vivienda, vestimenta, educación y afecto, el afecto que se les da cuando se los mira desde un lugar de protección y con respeto. Respeto por sus derechos. Recordemos que hay una proyección de un 60% de niños menores de 14 años en nuestro país que quedarán en situación de pobreza para fin de año. Pensemos qué podemos hacer por ellos por favor.

 

Por María Belén Aramburu

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