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12/08/2020

Vacuna: entre la esperanza y la falsa expectativa, por María Belén Aramburu

Al menos 160 laboratorios trabajan a destajo en su elaboración

Vacuna: entre la esperanza y la falsa expectativa, por María Belén Aramburu

Todos estamos esperando la aparición de una vacuna. El mundo la está esperando con ansias. Aparece como la salvación y salida de una situación que presenta problemas sanitarios, económicos y psicológicos que se prolonga en el tiempo y parece no tener fin antes de su aparición.
 
Son al menos 160 laboratorios los que se encuentran trabajando a destajo en la elaboración de una vacuna. Algunas de ellas en fases avanzadas. Para que quede más claro. Hay una en fase 3 que se está testeando en nuestro país. Es la de los laboratorios norteamericano y alemán Pfizer y BioNTech. La prueba se lleva a cabo junto con Estados Unidos, Alemania y Brasil. Es una de las seis más avanzadas del mundo, junto con la estadounidense Moderna , la británica AstraZeneca y otras tres que fueron desarrolladas en China. 
 
Formar parte de la tercera fase en los testeos en la investigación de la vacuna de Pfizer y BioNTech, a través de la incorporación de voluntarios en nuestro país, nos coloca en una situación de privilegio en cuanto a que tendremos, de alcanzar esta vacuna su éxito, su pronta distribución y, por medio de la transferencia tecnológica como parte del acuerdo contractual, poder producirla y con ello ser otro de los ejes de abastecimiento local y extranjero.
 
Sabemos que casi todos los países del mundo, principalmente los que se encuentran mayormente afectados por la aparición del Covid19 están llevando a cabo los máximos esfuerzos para tener la vacuna. Por una cuestión sanitaria, por la salud de la población mundial, porque el coronavirus ha parado la economía y frenado su crecimiento, porque las idas y vueltas de una fase a la otra, para avanzar y retroceder de acuerdo al mayor o menor número de contagiados y víctimas fatales exige la puesta en marcha de investigaciones científicas que rápidamente brinden una solución a nivel mundial.
 
El trabajo de los laboratorios, más allá de sus nobles intenciones y objetivos señalados con anterioridad, demuestra que, perteneciendo a un determinado país y con una composición accionaria de capitales privados y estatales de una nación en particular, queda desatada una competencia para llegar a ocupar el podio en el primer lugar en la obtención de una vacuna que quedará impresa en la historia por su celeridad en el hallazgo, el éxito en su resultado y la eficiencia del Estado que lo logre en su capacidad de recursos humanos y científicos. Será el mundo la vidriera en que verá el trofeo de semejante logro del cual se hablará durante varias generaciones. No habrá quien no pondere la maravilla que ha logrado sacar a la población del riesgo de una enfermedad que ha puesto en cuarentena a sociedades enteras que, en el encierro, han podido convivir con esta circunstancia o, de lo contrario, angustiarse, estresarse, perder su trabajo y hasta su salud, su vida o la de los seres queridos.
 
La humanidad ha pasado por situaciones muy difíciles y se ha recuperado. De no haberlo hecho no seguiría existiendo sobre la faz de la tierra. De padecimientos anteriores podemos aprender. De lecciones anteriores podemos aplicar capítulos enteros de supervivencia. Hasta nuestro país es un claro ejemplo de ello.
 
En esta feroz competencia por ser el primero en lograrlo y, desde ya, con las mejores intenciones de salvar al mundo de su actual incertidumbre y dolencia, aparece, no sin poder dejar de asociarlo en la cronología de los hechos, Rusia, con el registro de su vacuna. Cuando me remito a los hechos, apunto a la llegada al espacio de la SpaceX Dragon, una nave reutilizable, desarrollada por la empresa estadounidense SpaceX, capaz de llevar carga a la órbita baja terrestre. Un hito de los Estados Unidos que ha contemplado la inversión privada por primera vez en desafíos espaciales, con la antesala que esto presupone de vuelos que están pensados para llevarnos al espacio a quienes nos entrenemos, estemos en condiciones psicofisicas para hacerlo y querramos materializarlos, sin ser astronautas, para lo cual no faltará mucho.
 
El logro de los Estados Unidos, en otra de sus conquistas del espacio y, en franca competencia con Rusia, desencadenó que, al día siguiente de la televisación del canal de la NASA del acople en el mar del Dragon a la Estación Espacial Internacional, en el Océano Pacífico, para un posterior traslado de sus dos astronautas a tierra, noticia que cautivó a los televidentes de todo el mundo, convalidase el éxito de una vacuna contra el Covid19.
 
La competencia también se traslada al ámbito político. No sólo es la pugna entre dos de los primeros mandatarios más poderosos del mundo, sino de sus campañas electorales, siendo la más cercana en el tiempo la de Donald Trump con elecciones el próximo 3 de noviembre y su eterna promesa de lograr una vacuna antes de esa fecha.
 
Destaco siempre la nobleza de intenciones. Pero las ambiciones políticas están a la orden del día, lo que, por otra parte, nos beneficia en cuanto a la aceleración de resultados si no se cometen torpezas, errores, inexcusables en el campo estrictamente científico aunque rimbombantes en el orden propagandístico.
 
El título de esta editorial se basa en la esperanza que todos tenemos en la aparición de una vacuna y la falsa expectativa que se genera cuando a nivel mundial se lanza la noticia de haberla alcanzado sin haber pasado por todas las fases correspondientes y aún más, encontrándose en aquella en la que se encuentran las que están más avanzadas.
 
Para desarrollar una vacuna, dicen los expertos, se requieren al menos 5 años. Y hay veces en que por más estudios y pruebas que se realicen, no se llega a obtenerla en muchos años, quizás nunca.
 
Hablar de la vacuna y su producción y distribución es hablar de la pos pandemia. Es referirse a una situación de nueva normalidad mientras se esté aplicando y de normalidad cuando la población mundial esté íntegramente vacunada. Y esto, desde el punto de vista psicológico, entre otros, es aliviador.
 
Es por eso que resulta de una enorme irresponsabilidad dar noticias de certezas cuando sigue reinando la incertidumbre, dar noticias sobre la aparición de una vacuna cuando aún se encuentra en fase de experimentación. Se juega con la esperanza de la gente que ansía la aparición de una vacuna efectiva, eficiente, testeada científicamente, aprobada por la Organización Mundial de la Salud y sin riesgos que la exponga ante un mayor peligro.
 
La competencia entre los países para adquirir la vacuna es sana mientras no vulnere su esperanza, sus emociones y sentimientos. Porque eso también es exponerla a un riesgo innecesario y evitable.

 

Por María Belén Aramburu

 

 

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