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25/11/2019

Elecciones en Uruguay, por María Belén Aramburu

Escaso margen de diferencia entre ambos candidatos.

Elecciones en Uruguay, por María Belén Aramburu

Aún no está definido el resultado de las elecciones en Uruguay. Recién el jueves o viernes habrá definiciones.
 
La tendencia con casi la totalidad de los votos escrutados daba por ganador a Luis Lacalle Pou del Partido Nacional.
 
Dos detalles a observar. Ambos vinculados con los números. La postergación de la difusión de los resultados se debe a la diferencia de apenas un 1%, 29.000 votos, cantidad similar a los votos observados, que son aquellos que no cumplieron con algunos de los requisitos para emitir el sufragio pero a los que se les permite votar. Y el segundo que refleja el escaso margen de diferencia entre ambos candidatos.
 
El primer aspecto se develará a fines de esta semana de acuerdo con lo expresado por el presidente de la Corte Electoral y quedará resuelto.
 
La corta brecha del resultado electoral permitió a Daniel Martínez, el candidato del Frente Amplio, afirmar que no se podía saber quién era el ganador por el momento, mientras que Lacalle Pou festejaba su triunfo adelantando que a partir del 1º de marzo asumía un gobierno “multicolor”.
 

El ballotage marcó sin embargo una gran diferencia respecto del obtenido en primera vuelta, revirtiendo el 10% que jugó a favor de Martínez pero que lo dejó a escaso margen de su rival.
 
Esto merece varias lecturas. Por una parte resalta la coalición de partidos a la que fue obligado Lacalle Pou para crecer respecto del propio. Fueron el Partido Colorado y Cabildo Abierto los que le brindaron su soporte de crecimiento. Con ellos logró no sólo alcanzar a Martínez sino, y por el momento, ampliar lo suficiente la brecha como para obtener el triunfo. De confirmarse su victoria, tendrá tan poco margen para gobernar como aquel obtenido en las elecciones. Esto condicionará su accionar, no sólo porque deberá como consensuar intereses con sus recientes aliados, sino porque deberá negociar con una fuerte oposición.
 

En consonancia con Chile y Brasil, con los gobiernos de Sebastián Piñera y Jair Bolsonaro, y después de varios años de gobierno del Frente Amplio, aparece nuevamente en Uruguay un gobierno de derecha inclinado al neoliberalismo. Bolivia con su gobierno de transición y las próximas elecciones sin la presentación de la candidatura de Evo Morales ni dirigentes del MAS que puedan reemplazarlo, mostraría la misma tendencia. Ecuador, Colombia son otros por dar algunos ejemplos.
 
La mirada hacia la región, convulsionada por cierto, presenta el dilema entre dos ideologías contrapuestas, dos modelos que dividen a las sociedades de cada uno de los estados. Región que, por otra parte, no presenta una cohesión como en oportunidad de la existencia de la UNASUR que logró su propósito de unir a los primeros mandatarios afines para resolver a través de la política, conflictos puntuales de uno o varios estados, entre ellos y hacia afuera. Era la época de los gobiernos de Néstor y Cristina Fernández, Rafael Correa, Hugo Chávez, Lula da Silva, Michelle Bachelet, Evo Morales, con una impronta común, con quienes rivalizaba Álvaro Uribe en su intento de buscar alguna solución al permanente conflicto desatado por las FARC en la frontera con Venezuela y en el cual Brasil, principalmente con da Silva, jugaba un rol de mediador. Sin el ímpetu inicial perdió fuerza y hace poco apareció el Grupo de Puebla reunido en Buenos Aires para dar firma a través de ex primeros mandatarios, ex candidatos presidenciales, legisladores y referentes de una ideología que denominaron progresista, a declaraciones y documentos que expresan un pensamiento común de lucha al neoliberalismo.
 

Los conflictos irresueltos atañen a una región que ve reflejada sus desigualdades en las calles de la mano de las manifestaciones y protestas, siendo el gran desafío de sus gobernantes fortalecer sus democracias e instituciones para resolver los problemas de la gente, al menos y en primer lugar, los más urgentes.
 

Por María Belén Aramburu 

 

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