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30/08/2019

Dirigencia política: Hablar y actuar con responsabilidad, por María Belén Aramburu

Se viven momentos difíciles y se avecinan más complicados aún.

Dirigencia política: Hablar y actuar con responsabilidad, por María Belén Aramburu

Lo importante en momentos de crisis de cualquier índole es mantener la calma.
Eso lo sabemos todos. 

Pero, ¿cómo lograrlo en situaciones de extrema vulnerabilidad e incertidumbre? Gran desafío por cierto para cada uno de nosotros, para los ciudadanos de a pie y muy especialmente para los dirigentes en el ejercicio de la función pública y para aquellos que aspiran a ejercerla en año de elecciones.
 

Requiere de todos una enorme responsabilidad.
 

Sobre lo que es vivir en la incertidumbre ya escribí en su oportunidad en otra editorial de @HaceInstantes , por lo que no voy a reiterar conceptos que, por los acontecimientos actuales nos remontan a situaciones semejantes que han sacado a relucir nuestra resiliencia para nuestra supervivencia y posterior desenvolvimiento buscando el progreso y la prosperidad.
 
Se viven momentos difíciles y se avecinan más complicados aún.
 
La negociación con el Fondo Monetario Internacional es uno de los puntos centrales de esta semana ya que en un contexto inflacionario, con un riesgo país altísimo, un dólar que aumenta su valor controlado por la utilización de las reservas del Banco Central y altas tasas de interés como variables de política monetaria, déficit fiscal, pobreza, crecimiento del PBI en retroceso, cierre de fábricas , sin producción ni consumo ni salarios que acompañen el índice inflacionario que este año superará el 50%, como en una casa de familia, necesitamos más dinero para seguir viviendo, para seguir pagando nuestras cuentas y para pagar la deuda que hemos contraído. 
 
El desembolso del organismo financiero internacional de US$5.400 millones no significa mucho si de reservas se trata para hacer frente al aumento de la divisa, tan sólo un alivio para unos días pero con gran significado político que algunos leerán a favor del gobierno y otros interpretaremos como un apoyo al país en un contexto difícil y en el que la mirada internacional se detendrá como observadora atenta del otorgamiento de dicho tramo del préstamo.
 
El domingo pasado, estando al aire, establecí la diferencia entre reperfilar, reestructurar y otras opciones viables para el pago de la deuda, sin saber que una opción que había expresado como probable se convertía en real y, en el tiempo tan cercana, cuando en ese momento se pensaba que iba a ser el próximo gobierno quien la resolvería finalmente. 
 
En este contexto de incertidumbre se eligió el camino de la reperfilación, que hoy suena novedoso como palabra aplicada al panorama de la deuda pero que no lo es conceptualmente. Como en una casa de familia, utilizando el ejemplo anterior, si se debe dinero, se contrajo una deuda que no hay con qué pagarla y mientras eso ocurre, esa familia no tiene un respaldo económico ni dinero suficiente para cubrir sus necesidades básicas y pagar sus cuentas, deberá sentarse con su y/o su/s acreedor/es para ver cómo hace para cumplir con el compromiso contraído sin que se vea más afectada de lo que está su economía que no le permite siquiera tener lo más indispensable. 
 
Se supone que si esa familia pide un préstamo, va a ir creciendo con ese dinero prestado, va a poder ir pagando los intereses de esa deuda, luego el capital, mientras se va fortaleciendo de tal modo de asumir los compromisos con los acreedores y va pagando sus cuentas, invirtiendo, creciendo y convirtiendo el círculo anteriormente vicioso en virtuoso. Pero éste no es el caso, sino todo lo contrario.
 
Para todo ello hay que sentarse con el/los acreedor/acreedores y negociar para llegar a una solución en buenos términos que lleve al “win win” utilizado actualmente en los procesos de negociación, en los que ambas partes ganan evitando la inclinación de la balanza hacia un sector en desmedro del otro.
 
Antes que nada hay que ser claro con el diagnóstico, puertas adentro y afuera. Cuál es la situación y qué se puede hacer y qué no a partir de ella.
 
Al Fondo Monetario le queda un tramo para desembolsar. El cumplimiento de las metas para el organismo es uno de los ejes de evaluación para sostener el desembolso y la futura relación. El acreedor pretende le sea devuelto el dinero en los términos pautados en el momento de firmarse el contrato. Principalmente pretende y exige le sea devuelto el dinero. Si lo firmado anteriormente no se puede cumplir habrá que sincerarse y establecer otro acuerdo de pago. 
 
Habiéndose sentado las partes, queda avanzar en un nuevo acuerdo de pautas de pago.
 
Pero en un año de elecciones en que el gobierno se vio debilitado por la amplia ventaja que la oposición logró en las primarias obligó al organismo a mantener reuniones con unos y otros con el fin de asegurarse que se le va a pagar y cómo que es lo que fundamentalmente le interesa, con la salvedad que el candidato opositor no es el electo sino el que obtuvo mayor cantidad de votos en elecciones que si bien no definen, imprimen un termómetro para las generales de octubre.
 
Cuando se reperfila una deuda se corren hacia adelante los vencimientos para alcanzar una estructura de deuda que el país pueda pagar. De esta manera el deudor se compromete a devolver el mismo capital e intereses que había acordado inicialmente pero más tarde en el tiempo.
 
Cuando se reestructura por lo general se realizan quitas, o sea que se paga menos de lo que se había acordado, como el caso de la reestructuración de la última deuda que hizo la Argentina con los bonistas con una quita del 75%. Cuando el candidato opositor se refirió a negociar bonista por bonista salió un referente económico suyo a aclarar que de esa manera no se iba a resolver, alejando los fantasmas de pagar menos de lo que se debe. En estos casos también se pueden plantear modificaciones sobre los intereses y frecuencia de pago.
 

¿Cuál es el principal problema? 
 
En las leyes extranjeras está estipulada una aceptación del 75% de las modificaciones de las condiciones del nuevo pago para que sea considerado voluntario. Tienen que estar de acuerdo la mayoría de los acreedores pese a que depende de cada bono.
 
En el caso de los bonos locales se exige la modificación según nuestra propia ley y es por este motivo que el gobierno ha enviado un proyecto de ley al Congreso.
 
El principal problema es caer en un default. En nuestro país se ha mencionado mucho el “default técnico” cuando la justicia estadounidense había fallado a favor de los “holdouts” y a la Argentina no se le permitía pagar a sus acreedores sin hacerlo antes con los llamados “fondos buitres”.
 
Si los cambios que se realizan no son voluntarios, entonces se considerará un default que también se puede volver selectivo si es que se incumplen contratos con algunos de los acreedores.
 
En la deuda de corto plazo se cambia la fecha de pago unilateralmente para las instituciones, no para las personas físicas, tal como se estableció, mientras siguen corriendo los intereses.
 
En los bonos a largo plazo se puede reperfilar voluntariamente y hasta cambiar los bonos actuales por los nuevos.
 
Ya se están tomando medidas para la situación de los Fondos Comunes de Inversión tras el diferimiento que se decidió para las personas físicas en cuanto a las Letes, Lecaps, Lelinks y Lecer para que cobren en los vencimientos originales.
 
Si se reperfila se extiende el plazo de pago. 
 

Tanto el gobierno como la oposición han demostrado su voluntad de pago aunque no en los términos acordados por resultar imposibles.
 
La alternativa sobre un cepo o restricciones al tipo de cambio fueron descartadas en primera instancia por parte del propio presidente.
 

Es por eso que hoy, más que nunca, se requiere de responsabilidad en cada una de las expresiones y acciones que cada uno de los dirigentes políticos, sean oficialistas o de la oposición, manifiesten en el ámbito público.

 

Por María Belén Aramburu

 

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