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28/12/2020

Y llegó un día en que Alberto y Horacio dejaron de ser amigos, por María Belén Aramburu

Todos están en campaña. Y la campaña está siempre para todos...

Y llegó un día en que Alberto y Horacio dejaron de ser amigos, por María Belén Aramburu

Oficialmente es el día de hoy en que comienza a regir la ley que recorta en 1,18% los fondos de coparticipación destinados a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires para financiar la seguridad de los porteños, un recorte que, de acuerdo con los números elaborados por el gobierno del distrito, será de algo más de $65 millones en 2021.
 
Una nueva presentación del gobierno de Horacio Rodríguez Larreta en la Corte Suprema de Justicia para que sea el máximo tribunal judicial quien dirima este tema con la pretensión por parte de la ciudad de impedir la quita de fondos, le otorgará una vez más a los cinco ministros miembros de la Corte la potestad de arribar a un fallo que más allá de los números entraña una fuerte pelea entre el gobierno nacional y el de la ciudad.
 
La relación entre Alberto Fernández y Horacio Rodríguez Larreta supo ser buena en momentos de pandemia y la consecuente crisis en todos los órdenes que ella trajo consigo. Cuando aparecieron los primeros casos de contagios de coronavirus en nuestro país, a los pocos meses de iniciado el gobierno de Alberto Fernández, el AMBA, integrado por la ciudad de Buenos Aires y el conurbano bonaerense, presentaban la mayor cantidad de casos en relación con el resto del país. Las restricciones en esta área se extendieron a lo largo del tiempo, al igual que las conferencias en las que el presidente aparecía flanqueado por el gobernador Axel Kicillof quien aparecía a la derecha en la pantalla de nuestros televisores que mantenían el alto encendido a la espera de novedades relacionadas con la llamada cuarentena, y el jefe de gobierno de la ciudad de Buenos, Horacio Rodríguez Larreta, del lado izquierdo. Eran momentos en que se los veía respetuosos, no sólo por las medidas a adoptar que eran consensuadas en conjunto trascendiendo las diferencias, que se acentuaron con el correr de los días hasta ser irreconciliables, sino también por sus gestos, palabras y miradas de aceptación y aprobación.
 
Fue un día en que el presidente Alberto Fernández llamó amigo a Horacio Rodríguez Larreta. Fue un día en que Horacio dijo públicamente cuando se le preguntó al respecto, que no era amigo de Alberto, que amigo tenía otro significado para él y otra representación no cumplida por los parámetros expresados anteriormente.
 
Si bien quedó claro que no eran amigos, tampoco quedaba claro que fuesen enemigos, o dos políticos enfrentados pese a sus diferencias y pertenencia a partidos políticos antagónicos en cuanto a ideologías y disputa de votos en las urnas.
 
Fue un día en que seguramente tanta simpatía molestó a los propios de cada partido y pidieron un posicionamiento político firme y diferenciado. Pero la pandemia exigía en el mientras tanto un acercamiento al menos para coordinar políticas sanitarias especialmente y económicas después, en las áreas mas afectadas que debían direccionarse a la población más sensible y vulnerable. El gobierno nacional ponía el marco para que cada distrito, de acuerdo con su particular situación, trazara los lineamientos que, adecuados a las reglas generales, fueran aprobadas por el presidente Alberto Fernández a través del Jefe de Gabinete Santiago Cafiero quien las recibía y analizaba. Con la cuarentena más cerrada el gobierno nacional era muy estricto con su aplicación en los lugares más calientes en que la cantidad de infectados y de víctimas fatales era por demás alto, cuestión que en un principio se concentró en un 93% en el AMBA que involucraba muy directamente a Horacio Rodríguez Larreta.
 
Desde Juntos por el Cambio, el ala más dura no vio con buenos ojos el entendimiento que el presidente y el jefe de gobierno de la ciudad demostraban públicamente, sobre todo en el desarrollo de las conferencias de prensa. Y se lo hicieron saber a Rodríguez Larreta para que asumiera una posición más clara y cercana a su propio frente partidario mientras la pandemia transcurría en sus peores días de picos más elevados y la política se entremezclaba e inmiscuía en cada uno de los aspectos que el sistema sanitario sostenía y habilitaba a su paso. El equilibrio era el bien más preciado para un jefe de distrito de signo opositor al gobierno nacional y parecía manejarlo con gran cintura y equilibrio. Hasta que llegó el día en que del lado del frente oficialista también se hizo saber que tanto acercamiento y entendimiento molestaba y perturbaba al juego de una política que exigía adversarios y que cada uno estuviese en el lugar que le correspondía según un tablero establecido desde el nacimiento de la campaña electoral previa a las elecciones de 2019 y con sus consecuentes resultados que erigieron al Frente de Todos como el vencedor de la contienda. Lo que se veía como una conciliación de intereses en pos del bien común de la población en momentos en que se debía enfrentar a un enemigo común como ha sido y es el Covid19, tomó forma de batalla campal entre adversarios posicionados en uno u otro frente.
 
Y así llegó el día en que el ala más dura del Frente de Todos también cuestionó la posición de Alberto Fernández en cuanto a su alianza con Rodríguez Larreta aunque fuese para combatir el coronavirus y generar políticas públicas más allá de frentes partidos. El kirchnerismo más puro, el que supo darle el triunfo al frente que con su fórmula logró vencer al macrismo, planteó dónde tenía que estar el presidente y dónde el jefe de gobierno de la ciudad. Los gestos públicos de aprobación mutua entre los dos gobernantes fueron rechazados y hasta considerados desubicados e improcedentes.
 
Los dos hombres de personalidades moderadas y más propensos al acercamiento y la conciliación, como características generales de comportamiento en el ámbito político y sobre todo en tiempos de pandemia, fueron convocados por sus propios frentes para mantener la distancia y aún más, plantear desacuerdos, cuestión que cobró mayor envergadura al quitarle la Nación los fondos de coparticipación a la ciudad de Buenos Aires que, aún con el cuestionamiento sobre la procedencia de los mismos en tiempos en que Mauricio Macri gobernaba el país, tenía un sentido de oportunidad de restarle popularidad y sumarle problemas a un hombre como Rodríguez Larreta que, con pretensiones de candidatearse como presidente en las próximas elecciones nacionales y con un alto porcentaje de adhesión no sólo en su distrito sino también a nivel nacional, sintió la poda como un ataque a sus intenciones en el armado de una estructura que lo contuviese en un frente común impulsándolo desde una exitosa gestión de la administración de la ciudad.
 
Y llegó un día en que Máximo Kirchner y el kirchnerismo más puro liderado por su madre, vicepresidenta de la Nación, ideó y rápidamente se volcó a postularse como candidato a presidente para las próximas elecciones nacionales aunque como, Rodríguez Larreta, no lo admitiera como una opción actual sino más bien mostrándose dedicado al ejercicio de su misión en la titularidad de su bloque en la Cámara de Diputados a su vez que le sirviera como una plataforma de lanzamiento en un Congreso integrado en el que la Cámara Alta ostenta la presidencia de Cristina Fernández de Kirchner.
 
El fuerte y sostenido crecimiento en las encuestas de Horacio Rodríguez Larreta aceleraron la contienda electoral que, en principio se desarrollará el próximo año a través de las legislativas con un fuerte peso que tendrá como principal objetivo concentrar el poder en ambas cámaras del Congreso Nacional.
 
La contienda Horacio Rodríguez Larreta-Máximo Kirchner, Máximo Kirchner-Horacio Rodríguez Larreta quedó firmemente establecida en la agenda política y en la gente.  Y llegó un día en que Alberto Fernández comenzó a criticar el manejo de la ciudad. Y llegó el día en que Cristina Fernández de Kirchner, en simultáneo, también lo hizo, buscando minar el éxito que Rodríguez Larreta iba obteniendo en la administración de su distrito en plena crisis. Desde el poder político, la más clara demostración de la pulseada de poder fue la sanción de una ley cuyo proyecto emanó del Poder Ejecutivo pero supo tener la fuerza del impulso de Máximo en la Cámara de Diputados, de la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner en el Senado, pelea que podría ser saldada en la justicia con la que Cristina se enfrenta asiduamente y en la que la Corte Suprema, tribunal en el que el jefe de gobierno porteño ha volcado sus presentaciones a modo de denuncia, que es el ámbito judicial al que más critica la vicepresidenta.
 
Todos están en campaña. Y la campaña está siempre para todos, se trate de un año electoral o no.
 
El manejo de la crisis en época de pandemia ha llevado al límite a cada uno de los dirigentes y primeros mandatarios del país, sin excepción. Esta situación los posicionó de una manera u otra frente a sus votantes y la ciudadanía en general vista como electorado, lo cual alertó a más de uno a tomar una posición que lo solidificara para dejar el menor margen posible al avance del cualquier adversario, actual o potencial.
 
Mientras las diferencias entre los dirigentes políticos del Frente de Todos y de Juntos por el Cambio se hacían más evidentes, la ciudadanía se posicionaba a su vez en uno u otro sentido, para apoyar el camino tomado por uno u otro funcionario público u opositor. Las marchas en las calles se sucedieron como expresión genuina, en un principio convocadas desde las redes sociales y Waps, sin intervención de referentes partidarios, para mostrar su adhesión o diferencia con las políticas sanitarias y/o económicas en plena pandemia. Tan genuinas y autoconvocadas resultaron la mayoría que, de ellas, debieron tomar nota tanto oficialistas como opositores.
 
Hoy se suben al ring, una vez más el presidente Alberto Fernández quien en su oportunidad convocó a los gobernadores para consensuar con ellos lo que después fue la votación que en números permitió la sanción de una ley para recortarle fondos a la ciudad de Buenos Aires que con una nueva presentación en la Corte Suprema de Justicia Rodríguez Larreta intentará revertir aunque sabe que, por lo menos, deberá esperar hasta febrero para su tratamiento en este tribunal que, por otra parte no quiere seguir lidiando en la puja de poderes entre oficialismo y oposición, luego de haber sido convocada varias veces por ese motivo este año.
 

Por María Belén Aramburu

 

 

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