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14/02/2020

Negociación con el Fondo y bonistas: el tiempo apremia, por María Belén Aramburu

Lo cierto es que no hay dólares, pero tampoco hay pesos.

Negociación con el Fondo y bonistas: el tiempo apremia, por María Belén Aramburu

La negociación con el Fondo Monetario Internacional resulta prioritaria en la agenda de política económica de la Argentina. Ha sido su viaje por Europa que lo ha llevado al presidente Alberto Fernández, a conseguir el apoyo buscado en Alemania, Francia y España y al Ministro de Economía, Martín Guzmán, el de la titular del organismo financiero internacional, Kristalina Georgieva, a reforzar el vínculo en el marco de un encuentro en el Vaticano y con antelación a la revisión técnica de parte de funcionarios del FMI.
 
La prioridad que se le da a esta negociación va de la mano con aquella que se le plantea a los bonistas. Si bien va cada una por su carril, ninguna de ellas está escindida de la otra. Es por ello que ante la amenaza y hoy por hoy el hecho concreto de la falta de aceptación de la propuesta planteada por el gobierno de parte de los tenedores de los bonos a 4 años de gracia, pretenden un pago en efectivo de US$10.000 millones, cifra semejante a la que el gobierno rechazó y estaba pautada para desembolsar el Fondo Monetario del préstamo de US$57.000 millones que quedó en US$44.500. Quedó suspendida la suscripción del bono dual, apareció la obligación de la suscripción en efectivo, luego se hicieron correcciones del decreto. Los bonistas piden mejorar 10 puntos la paridad de los actuales y otras complicaciones que van surgiendo que no voy a detallar en la editorial para ir al punto en cuestión.
 
Y el principal punto en cuestión es que la prioridad en estas negociaciones se da porque la reactivación económica no puede comenzar sin tener un plan de reestructuración aceptado tanto por el Fondo Monetario como por los acreedores privados para saber cómo y cuándo se va a pagar la deuda contraída.
 
Se requiere de condiciones laxas para un país que presenta déficit fiscal, inflación, alto índice de pobreza, como principales variables económicas aceptadas.
 
Lo cierto es que no hay dólares, pero tampoco hay pesos. La emisión de pesos no puede ser desmedida, cuestión aceptada hasta públicamente por el propio presidente.
 
Y como la política se entremezcla en estas cuestiones que en su esencia son más políticas que económicas ya que se basan en decisiones y medidas concretas que adoptan los gobiernos de turno, aparecen los principales actores en escena.
 
En la negociación la Argentina pide una quita de la deuda que, puesta en palabras de la  vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, es ilegítima y viciada de irregularidades ante la falta de cumplimiento del estatuto del Fondo Monetario que no permite prestar a uno de sus miembros para que utilice los recursos generales del organismo “para hacer frente a una salida considerable o continua de capital” pudiendo el Fondo pedir a ese país miembro, que en este casi sería la Argentina en la gestión gubernamental anterior, que “adopte medidas de control para evitar que los recursos generales del Fondo se destinen a tal fin” y de no hacerlo se lo declare “inhabilitado”. En pocas palabras, se refirió a la fuga de capitales asociada al crédito otorgado por el organismo financiero. Fue Gerry Rice quien le respondió en nombre del Fondo para asegurar que no se violaron las normas del Fondo. Y la vicepresidenta redobló la apuesta con su aseveración cargada de ironía destacando que “los argentinos y las argentinas sabemos leer” en alusión a las cláusulas del estatuto.
 
En el ámbito político nacional se especula con la definición de los roles del presidente y de la vicepresidenta y qué lugar ocupa cada uno. Alberto Fernández repite una y mil veces ante las consultas públicas y privadas que el que decide es él pero que consulta permanentemente a su vice atendiendo a que es una persona experimentada en en ejercicio de la función pública gubernamental ya que ha sido dos veces presidenta de la  Nación. Y así es como, en sintonía con su compañera, señaló que las declaraciones de Cristina Fernández fueron “pertinentes”.
 
Lo cierto es que la negociación con el Fondo Monetario se pretende se encamine lo más pronto posible y sea a su vez un apoyo y un faro en la negociación con los privados. Se ha puesto un plazo: fines de marzo. Y les diría que más allá de éste no puede llegar la definición.
 
El gobierno pide tiempo. Tiempo para pagar porque se necesita tiempo para crecer. Por ello, la reestructuración se basa en pilares que consisten en la postergación de los pagos de capital e intereses, una quita de la deuda, y el consecuente canje de deuda a través de la emisión de nuevos bonos en dólares y en pesos.
 
El aval político lo tiene el gobierno a través de la sanción de una ley a la que la oposición se sumó con sus votos, con lo cual el poder del Ministro de Economía con las indicaciones del Ejecutivo son por demás amplias.
 
El fantasma del default ha estado siempre presente.
 
Lo marcó en un principio el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, quien después pagó con dinero de sus propias arcas los vencimientos de US$250 millones.
 
El gobierno nacional también amenazó con un default, previa aclaración de haber sido la anterior gestión la que dejó al país en esta situación, para después aclarar que va a pagar.
 
Los bonistas, ante el temor de que no se les pague, o que se les pague con mucha demora, quita y bonos a largo plazo, exigen lo que el gobierno les destaca, que no puede pagar.
 
La Argentina aclaró en varias oportunidades que no se encuentra en condiciones de pagar. Que no tiene el dinero para pagar, llámese dólares o pesos. La diferencia es que los pesos se pueden emitir. Decisión arriesgada.
 
La Argentina aclaró que necesita crecer para pagar. Todavía, consideran el mercado, los empresarios, los inversores, que no se se mostró un plan económico, más allá de algunas definiciones sobre la situación fiscal y otras cuestiones, pronunciadas por el Ministro de Economía que se presentó en el Congreso. Vale destacar su presencia.
 
Solucionar la economía doméstica es fundamental para crecer y para pagar. Los dos se encuentran atados por una soga que, de tirarla, para un lado o para el otro, alguno se cae antes que el otro pero se caen los dos.
 
Mientras tanto continúa la incertidumbre y no se vislumbran inversiones.
 
Los tiempos apremian y las soluciones también en momentos en que la política y la economía se entrelazan más estrechamente que nunca.

 

Por María Belén Aramburu

 

 

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