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12/08/2019

Vivir en la incertidumbre, por María Belén Aramburu

La incertidumbre sólo puede ser calmada con pronunciamientos precisos para bajar su intensidad e incluso eliminarla a partir de certezas.

Vivir en la incertidumbre, por María Belén Aramburu

Hace tiempo que venimos viviendo en la incertidumbre.

Los argentinos estamos acostumbrados a estos procesos y a los cimbronazos.

Algunos hemos transitado fuertes sacudidas económicas.

La más emblemática ha sido la de 2001. La imposición del “corralito” que restringía la extracción de dinero en efectivo de los bancos, estrategia implementada por el entonces Ministro de Economía, Domingo Cavallo, derivó en una encerrona de la cual fue muy difícil salir, además de la inestabilidad política, los acontecimientos del 19 de diciembre, el estado de sitio y la renuncia del presidente de la Rúa al día siguiente. Pero el final del gobierno de Alfonsín fue durísimo con la hiperinflación. Al finalizar el año 1984 la inflación anual era del 625% y el Ministro de Economía, Bernardo Grinspun era reemplazado por Juan Sourrouille que implementó el Plan Austral. Llegado el año 1989, para resumir, la hiperinflación, entre otras variables, llevó al adelantamiento del traspaso de poder al electo presidente Carlos Menem. El efecto “tequila” de 1994 con origen en México por la falta de reservas internacionales, devaluación de la moneda en ese país y su rescate por parte del Fondo Monetario Internacional, derivaron en la afectación de otros países como el nuestro. El 2008 con la crisis financiera que se desató con el colapso de la burbuja inmobiliaria con las llamadas hipotecas subprime llamadas “basura”, primero en Estados Unidos y luego con repercusiones en el sistema financiero mundial, viendo caer impensadamente bancos de inversión de la magnitud del Merrill Lynch entre otros hizo también sus estragos. Algunos argentinos podrán hacer referencia al rodrigazo durante el gobierno de Isabel Perón en 1975 cuando el Ministro de Economía era Celestino Rodrigo y la inflación llegó al 777% anual. Hubo, cuentan los que la vivieron, desabastecimiento de alimentos, combustibles y otros. Y así, podríamos remontarnos a varios episodios críticos de nuestra economía y mi pretensión es sólo el enunciado breve de algunos de ellos para llegar al día de hoy.
 

Es significativa la adaptación que los argentinos hemos tenido a tantas crisis y nuestra supervivencia que hasta ha sido tomada como ejemplo por algunos países, como por ejemplo Grecia, por nombrar sólo alguno, durante su gran crisis de 2010.
 

Pero la incertidumbre ha reinado casi con permanencia y constancia más allá de los gobiernos. Por situaciones causadas por el de turno a nivel local, por circunstancias externas adversas e inquietantes, o por combinación de ambas. Sea como sea, no es la estabilidad justamente aquello que nos identifique socialmente. Y muchas veces nos preguntamos cómo puede ser con el país riquísimo que tenemos, envidia de muchos otros pero no en lo que concierne a nuestra manera de administrar recursos desde ya, atravesemos semejantes circunstancias.
 

El día después de las PASO está claramente marcado por la incertidumbre. 
 

Es un frenesí de intercambios respecto de lo que está pasando y va a pasar. Información que viene y va. El mercado que reacciona con los resultados adversos al gobierno y favorables a una oposición que ya conoce por su comportamiento en el pasado. Mercado que el viernes mostró señales que mostraban su inclinación hacia un desenlace positivo para el gobierno, al menos, con una corta distancia respecto del frente opositor.
 

Que el lunes 12 de agosto iba a ser un día de incertidumbre ya lo sabíamos. Lo que se desconocía era su magnitud. 
 

La incertidumbre se convirtió en caos, corridas, caídas estrepitosas de bonos y acciones, suba del dólar, aumento de tasas de interés de referencia, movimientos del mercado de futuros, suba del riesgo país, o sea de la sobretasa que pagamos para endeudarnos, con un panorama externo incierto y complicado encabezado por la guerra comercial entre los Estados Unidos y China, la política monetaria del país del Norte con el pedido del presidente Trump de reducción de tasas de interés a la Reserva a Federal, devaluación de monedas de países emergentes sumada a su caída de tasas.
 

Más allá de las definiciones que adopte el gobierno, cuenta con herramientas de política económica como para traer algo de calma entre tanto caos. Medidas para contener un comportamiento desmedido de algunas variables económicas al menos. Y aunque tampoco puedan ser calificadas de saludables, tal como la variación de las tasas. 
 

Pero las definiciones también debiesen ser brindadas por la oposición. Es Alberto Fernández y su equipo económico quienes debiesen estar enunciando medidas que se supone las tienen en carpeta como agenda programática una vez que decidieron erigirse como probable gobierno mediante las elecciones. Hubo referentes económicos que estuvieron reuniéndose con empresarios para preguntarles por el funcionamiento de su sector con el fin de interiorizarse y comprenderlo. No diré quiénes se reunieron ni con quiénes por prudencia. Pero si además de tener una previsión de gobierno a futuro los números le resultaron favorables contundentemente, debiesen mostrar un esquema de previsibilidad en caso de que esos números se sostengan en las próximas elecciones.
 

Al compás del aumento de la tasa que como variable de ajuste del tipo de cambio ya había sido implementada ante la disparada del dólar y el anuncio de Fernández ante una reducción de la tasa y un dólar que considera está por debajo de su nivel real, la caída de las acciones de las principales entidades financieras cuya cotización en Bolsa creció el viernes llegando hasta un 10%, derivó en una caída del 60% ya que las Leliq, letras de liquidez, en poder de los bancos en un 75% de sus depósitos, estarían sujetos a una modificación de las tasas de asumir en diciembre un gobierno con una política económica diferente y anunciada como tal. 
 

La incertidumbre sólo puede ser calmada con pronunciamientos precisos para bajar su intensidad e incluso eliminarla a partir de certezas. Certezas del gobierno actual y, por sobre todo, de la oposición.
 

De hecho el mercado espera señales de Alberto Fernández. 
 

Más allá de sus enunciados sobre la baja de las tasas por considerarlas improductivas, la reducción del valor del tipo de cambio por evaluarlo como artificialmente sostenido y lejano a su valor real, sus anuncios sobre futuras paritarias con el consecuente aumento de salarios y consumo interno, distribución gratuita de medicamentos a los jubilados, aumento de sus haberes y demás, urgen definiciones más precisas que el mercado está reclamando, además de todos los actores de la economía, habida cuenta de los resultados obtenidos en las PASO. 
 

Más allá de la afirmación de cumplir con las obligaciones de deuda contraídas se desconocen sus términos en base a una reestructuración y modificación del acuerdo, por citar un ejemplo. Si no va a haber cepo, se espera saber cuál sería un nivel considerado razonable del valor del dólar, si será diferenciado, etc, etc.
 

De todos modos, el partido no está terminado.
 

Las PASO además de definir precandidaturas en candidaturas y establecer quiénes van a participar del juego con el piso requerido del 1,5% para todos los partidos políticos y frentes, como he aclarado y desarrollado en editoriales anteriores, son un termómetro que marca una tendencia a futuro. Pero sólo una tendencia. No son resultados definitivos.
 

Los días que restan para la llegada del 27 de octubre pueden ser largos o cortos. La distancia puede ser medida desde el tiempo cronológico o desde el subjetivo de cada uno dependiendo del lugar en el que se encuentre o de la experiencia de la sociedad en su conjunto.
 

Y más allá de la habitualidad y acostumbramiento que los argentinos tengamos para transitar la incertidumbre, hoy, y, en pos de la gobernabilidad necesaria, deberíamos enfrentarla y trascenderla con anuncios y medidas concretas.

El partido aún no terminó.
Continúa la búsqueda de definiciones y, por lo tanto, la incertidumbre.

 

Por María Belén Aramburu

 

 

 

 

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