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20/10/2013

Abel Pintos: "Yo no canto para ganar un Grammy"

Abel Pintos: "Yo no canto para ganar un Grammy"

Si Charly García se jacta del primer concierto subacuático del mundo, Abel Pintos sienta precedente con la primera entrevista subacuática. Detona la lluvia en el Jardín Japonés y en lugar de disparar hacia un refugio, propone dejarse atravesar por el agua. "¿Qué puede pasar? ¿Por qué pensamos que el agua es mala?", filosofa mientras las gotas que hidratan su cabeza rapada retumban en los peces Koi del mini lago palermitano. Agua a cántaros en el cuerpo, en el aire y en el disco nuevo bautizado Abel, el noveno en apenas 29 años. "El otro día tocaba en La Quiaca y no me sentía bien porque yo soy un hombre de mar, me crié a metros del mar, una de mis primeras canciones fue Cerca del mar, estrené ahora el tema El mar, es un simbolismo en mi vida y en mis canciones", explica con ojos de pez, como si algún colaborador suyo hubiera encendido el modo lluvia para acompañar el relato. "Es increíble. Van a creer que esto de la lluvia es inventado". ¿Sobre qué otros simbolismos trabajás tus canciones? Hablo mucho del alma. En algún momento de la historia el alma era tabú. Como si por hablar uno pudiera correr peligro de pasarse de místico. El alma es un lugar lindo desde donde salir. No consumo libros de autoayuda, pero siento que hubo un acercamiento de la humanidad a eso. Salimos, vimos que afuera no había nada y tuvimos que volver adentro. Me gusta que mi alma quede en mis canciones porque después de todo estoy queriendo trascender con mis canciones. Si anda queriendo trascender, va encaminado. Este año alzó tres Premios Gardel ("Mejor álbum", "Artista masculino pop" y "Canción del año") y el Gardel de Oro por Sueño Dorado. No llega a los 30 años y ya superó las dos décadas de carrera. Días atrás lanzó disco nuevo y, como el producto "salió como agua", a las 48 horas ya tenía el doble platino ganado. No hay secreto. Hay trabajo: usar una lupa sobre el mapa argentino, meterse por los recovecos no señalizados, entregarse al traqueteo de un motorhome y bajar en los pueblos más inesperados. "Vamos a tocar a festivales nacionales, provinciales y municipales. De repente no hay un teatro o una estructura para concierto y nos adaptamos. Tocamos hasta en la caja de una camioneta F-100", se ríe. La fiesta nacional del maíz, del mate, del chivo, del arándano, del salame quintero, del zapallo. Cuenta su libro de leyendas ruteras aún no editado que una noche rumbo a Los Antiguos, Santa Cruz, entre huemules, cerezas y tulipanes, el vehículo tomó un camino de ripio para ganar en tiempo y terminó perdiendo dos cubiertas. Todos bajaron a ayudar, cambiaron las ruedas dañadas por las de de auxilio, pero en el kilómetro siguiente, lejísimo de la ruta, las nuevas cubiertas explotaron. "Como a las cinco de la mañana vino una luz de linternas", cuenta el cuento Abel, ya empapado. "La luz se detiene en el medio del campo y viene a ayudar. Era una señora que nos dio una mano. Cuando le preguntamos su nombre nos repondió Cecilia... Santa Cecilia es la patrona de la música. Viajar por el país tiene su magia y encanto". La magia la vive desde los ocho años. Desde que un TDK gris regrabado llegó a manos y oídos de Raúl Lavié. Vivía en Ingeniero White y mientras colaboraba con un evento municipal y llevaba una bandeja, alguien le comentó al visitante ilustre que el muchachito era el cantor del pueblo. "Raúl bromeaba que era muy chiquito para cantar y dije, ¿No me cree? `Espere que le traigo mi demo’. Agarré la bicicleta, llegué a mi casa y volé a mostrar el casete. Lavié dijo que yo cantaba muy bien pero que él no era productor de artistas. Al otro día llegó a Buenos Aires, se lo mostró a un productor de Abraxas y la semana tenía contrato con Sony. Ese gesto de 15 minutos me cambió la vida. ¿Cuántas veces con un gesto podemos cambiarle la vida a alguien?". "En casa no teníamos teléfono así que llamaron al corralón donde trabajaba mi padre. A los cuatro días ya estábamos viajando a Buenos Aires. Ese día me desperté mudo de los nervios, literalmente sin hablar. Ahí nos presentan a León Gieco, que sería productor del disco", detalla. Los hermanos Pintos ostentan nombres empezados con A. Abel, Andrés, Ariel. Apenas ocurría el parto, los padres miraban a la criatura a la cara y recién entonces elegían una identidad. Cuando en Bahía Blanca nació "Abelito", que significa `El hijo’, la tía leía la biblia. "No somos católicos ortodoxos", aclara. De Bahía Blanca a Caleta Olivia, de Caleta a Cutral Có, de Cutral Co a Ingeniero White. En esa vida familiar nómade, "Abelito" se había mimetizado con la voz de Mercedes Sosa. "Descubrí aquel disco Mercedes Sosa en Argentina , cuando llegó del exilio, y se abrió un mundo. No me llegaba el contenido de las canciones, el contexto del país, porque todavía no entendía. Yo escuchaba Sueño con serpientes y era tan chiquito que tenía pesadillas con serpientes". De las pesadillas al sueño. Festivales varios (Cosquín, Jesús María), cuentakilómetros, premios. Homanjeó a Horacio Guarany. Reversionó a Gustavo Cerati, sin miedo. Hoy Abel dice haber aprendido dos lecciones vitales. Una de Teresa Parodi, la otra de Víctor Heredia. "Si se te ocurre una melodía, la tarareás todo el día, te vas a dormir sin grabar ni escribirla y al otro día todavía te la acordás, es realmente tuya", le sugirió Teresa. "Empezá a leer mucho porque en algún momento vas a tener muchas cosas para decir y pocas palabras para decirlo’, le advirtió Heredia. ¿Notás más recursos linguísticos y musicales hoy? Si, aunque en las canciones no suelo utilizar términos no populares. La lectura me dio un tema de concepto. Este disco habla de la aceptación de personas y cosas. Cuando uno acepta, logra objetividad y pasa a ser el que domina la situación. ¿Y vos qué tuviste que aceptar y dominar? Que cada persona ubique una canción en su contexto, que la música no tiene un significado definitivo. Siento que me aceptaron como músico popular y eso me dio una libertad creativa y de expresión tan grande que no te puedo explicar. Algunos críticos te ubican en el medio de Luciano Pereyra y de Lisandro Aristimuño. ¿Vos qué opinás? No los utilizaría ni a ellos ni a nadie como referencia de donde estoy. Estoy donde me siento. Pero es acertado en algún punto, porque admiro a los dos y somos pares generacionales y eclécticos. Bajo la necesidad de tener que etiquetarme, está bien. No le doy bolilla a las etiquetas. ¿Qué pensás de poder instalarte en Miami, de hacer un trampolín desde tan adentro del país hacia afuera? No me iría del país para que mi música lograra entrar a algunos lados. Yo no canto para ganar un Grammy Latino. No creo que ser tan localista vaya en detrimento de una carrera internacional. Pasará naturalmente. ¿Con tanta devoción en tu periferia, cómo lográs mantener el hermetismo de tu vida privada, de tus parejas? Muestro lo que quiero mostrar. Hablo a través de mi música. No creo estar listo para hablar de otras cosas. No me molesta lo que se publique (N. de R.: este año se habló de una relación con María Carámbula que desmiente). En algún momento terminaré de procesar algunas cosas y si me parece, hablaré de mi intimidad. Estoy solo. ¿Y si vivo una relación con alguien que no dura más de un mes? ¿En el próximo reportaje hablaría de otra persona? No me gusta desvalorizar. Cuando se habla repetidas veces de algo, se desvaloriza. En el amor tengo que aprender mucho todavía. No quiere techo, quiere cielo. Hasta aquí, no hubo paragüas. Abel termina su entrevista suba- cuática despreocupado por el alboroto que pudo causar en su imagen el agua. En su ipod de 80 gigas conviven ZAS, Twenty One Pilots, Rubén Blades, Robi Draco Rosa, José Luis Perales, Nino Bravo. Estampa de chico bueno, cuesta correrlo de ese libreto. "Tengo mis costados oscuros. La oscuridad es parte de todos y la luz se ve en la oscuridad. Ni el egoísmo, ni la vanidad son cosas en las que me guste apoyarme, pero tampoco soy perfecto", dice mientras un guía turístico regala en su pasada una palabra escasamente escuchada: "Petricor". El nombre que recibe el olor de la lluvia. El cielo se aclara y como un tritón con escamas, no tiene apuro por secarse ni por nada. Simplemente recuerda: "Si pudiera encontrarme con el chico que fui le diría: Tranquilizate, pibe. Quedate tranquilo. No corras, que igual vas a llegar ". clarin.comPclarin

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